En libertad respeto no reverencias

Publicado: 31/12/2019
Autor

Rafael Fenoy

Rafael Fenoy se define entrado en años, aunque, a pesar de ello, no deja de estar sorprendido cada día

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Si necesitáramos al menos algo que reverenciar, sería el derecho a no reverenciar nada
Mark Twain, conocido escritor estadounidense del S XIX, escribió: “La Irreverencia es un componente esencial de la Libertad y su única defensa segura” y se quedó tan pancho. Lo irreverente suena mal, políticamente incorrecto, porque significa ausencia de reverencia, que supone una pérdida de respeto, o no veneración, hacia alguna persona. Y es que la persona venerada está más allá de lo razonable. Se venera a alguien o a algo, porque sí. Porque es digno de veneración. Porque a esa persona u objeto se le debe algo más que respeto.

En este campo acotado de lo reverente, la libertad no tiene lugar donde acomodarse. Ya que no es opcional el venerar o no. Se entiende que aquello que es venerado lo es porque sí y punto. Por descontado hay que inclinar el cuerpo o la cabeza como señal de respeto. No es “votable”, ni elegible el asumir mostrar respeto o veneración. Porque si se elige no venerarlo entonces se produce la irreverencia.  Y si se es reverente no cabe el libre albedrío. Por ello para que la Libertad tenga alguna posibilidad de ejercitarse es imprescindible la irreverencia ya que ésta garantiza que exista aquella.

Hablar de sociedad en libertad y exigir a la ciudadanía que sea reverente es una enorme contradicción. Porque en libertad, nada puede considerarse “per se” reverente. Y si alguien dotado de excelsas virtudes se gana el reconocimiento de sus iguales, en democracia todas las personas debemos ser igualmente valiosas y dignas, no sólo ante la ley, entonces esa persona excepcional gozara del respeto del resto de las personas que reconocen en ella cualidades positivas para la sociedad. Nunca veneración.

En una sociedad libre cada persona debe poder expresar su pensamiento por muy irreverente que parezca. Las demandas judiciales, e incluso sentencias condenatorias, por manifestaciones públicas, por ejemplo en canciones que hacer referencia a la corona o a la casa real o procesiones civiles como la del “coño insumiso”, muestran como, quienes defienden la veneración a marcha martillo, pretenden imponer el silencio sobre esos “venerables” asuntos. Quienes defienden la libertad de expresarse la primera barrera que deben romper es la misma existencia de las veneraciones.  Si no hay persona o cosa que pueda ser venerada, será imposible ser irreverente. 

La única regla ética que debe presidir cualquier manifiesto, cualquier expresión de pensamientos, es que no persiga el engaño. Porque quien utiliza fraudulentamente el derecho a expresarse lo pervierte. Cada cual ejerce el derecho a expresar lo que conoce u opina siempre con total honestidad. Es posible que mucho de lo que se dice sea erróneo pero desde el error es posible construir certezas, siempre que el objeto no sea el engaño.

A lo largo del tiempo los guardianes de la ortodoxia impuesta, los custodios de la única verdad posible, han considerado irreverentes las discordancias y estas ha acabado calificándose de delito y como tal las personas han sido reprimidas por leyes injustas, autoritarias, enemigas de la libertad. Si necesitáramos al menos algo que reverenciar, sería el derecho a no reverenciar nada.

 Fdo Rafael Fenoy

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