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Los pulmones que todos necesitamos

El día mundial del medio ambiente ha de ser el evento que más se concelebre en el planeta. Se trata de enaltecer la supervivencia y el sueño de vivir.

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Hay días que son días en los que todos estamos llamados a celebrar el instante mágico, el momento preciso. La naturaleza se ha puesto a nuestro servicio, y nosotros que la necesitamos, debemos loar sus pulmones, que son nuestras atmósferas de vida. Por consiguiente, el día mundial del medio ambiente (5 de junio) ha de ser el evento anual que más se concelebre en todo el planeta. Se trata de enaltecer la supervivencia y el sueño de vivir, ¿habrá algo más importante que poder respirar? Difícilmente unas criaturas tan unidas al hábitat pueden hallar algo tan justo como alabar su propio sustento. Nuestras andanzas irremediablemente van unidas a esos mantos verdes, los bosques, que cubren una tercera parte de la superficie del planeta. Ellos son nuestros ángeles de la guarda, el pulso que nos alienta, lástima que muchas personas no vean más allá de la leña para el fuego, y no cuiden (y mimen) lo que forma parte de nosotros.

A menos árboles, más aridez y más temperatura, más caos y mayores estragos en nuestra propia existencia. Lo sabemos, pero no pasamos de hablar y hablar sobre el medio ambiente, convertido más en un negocio para muchos, que en un servicio para todos. Realmente, cuando se pierde el respeto a la madre tierra todo es posible, hasta que el árbol de las leyes naturales se deje secar. Nos importa nada conocer que los bosques liberan oxígeno a la atmósfera mientras que almacenan dióxido de carbono. Somos así de necios. Aún vamos más allá de la necedad. Nos inventamos batallas contra el cambio climático y repudiamos las arboledas regeneradoras.
La falsedad no deja ver la ética del bosque, y así caminamos de mal en peor. A la actividad económica predominante lo único que parece interesarle es maximizar las ganancias, aunque para ello destroce la naturaleza. Hace tiempo que se evidencia la falta de responsabilidad de la especie en el manejo de las fuentes de energía y de los recursos naturales, pero nadie hace nada en serio por salvar ese pulmón de la arboleda perdida que todos requerimos.

Nuestros ríos caminan enfermizos, sin el pulmón de los bosques, esperando las crecidas devastadoras de las lágrimas del cielo. También se han quedado sin hogar multitud de especies que habitan en las frondosas arboledas. La diversidad biológica se ve con dificultades de subsistencia. ¡Cuánta tristeza de bosques pálidos visten el planeta!. No se trata sólo de plantar árboles hay que también acogerlos, cuidar de su entorno que es también nuestro medio, protegerles como ellos nos resguardan a nosotros. Los bosques tienen todas las bondades y todas las virtudes dentro de sí, debemos dejarles que expandan las semillas del aire, pues nada es más ruin que destruir lo que necesitamos para vivir y respirar. Sin duda, cuesta entender que la deforestación global prosiga su ritmo alarmante en un mundo de un solo corazón, que desangra como un manantial de fuego.
¡Qué pena de bosques talados por las manos del hombre!. ¿Dónde está la sensibilidad humana?. Es hora de entender que la naturaleza está a nuestro auxilio, no a nuestro capricho y mucho menos al antojo del poder.

Se habla de economías verdes, pero las economías siguen siendo destructoras del hábitat. La conservación de los bosques, o sea de los pulmones que todos necesitamos para vivir, exige la responsabilidad global de toda la humanidad. Debe pasar página cuanto antes, el tiempo del desarrollo a costa del deterioro medioambiental. El planeta no puede esperar más. Ahora bien, la pregunta surge de inmediato: ¿estamos dispuestos a cambiar de estilo de vida?. Debemos estarlo, la naturaleza nos ha dado las semillas del conocimiento, y debemos ponerlo en práctica, porque este conocimiento debe hacernos responsables. Demos un paso más hacia el futuro, ¿a las nuevas generaciones se les está educando para ese cambio de comportamiento? Debe dársele, puesto que el ser humano al fin y al cabo no es más que lo que la educación hace de él.

Esta es la esperanza que nos queda. No puede existir respeto por el bosque donde no haya conocimiento de su grandeza. Evidentemente, la llave del éxito radica en el valor que le demos a estos pulmones verdes que todos demandamos. Es cuestión de entrar en razón y de derribar las barreras, por muy poderosas que sean, que impiden avanzar en un cambio de actitudes ante el planeta. La relación intrínseca entre la calidad de vida y la salud de los bosques y los ecosistemas forestales, nos vincula a todos los seres humanos, sin distinción alguna, ha de formar parte de esa conciencia colectiva, que sólo puede existir de una forma, y es teniendo conciencia de las maravillas de un espeso bosque en el que todos los abecedarios saben a poesía. Reducir la cubierta forestal o degradar el alma verde es como dejar de sentir el verso en el corazón del planeta. Si en verdad se pierden los sentimientos, también se disipa la ilusión de las ideas que mueven el mundo, y sería tremendo, porque todo aquello que es contrario a la naturaleza deja de ser bello.

¿Y una vida sin belleza vale la pena vivirla?. La verdad que el estado de ánimo queda por los suelos. Nos gustaría avivarlo. Que cada cual se conteste. En esto, como en casi todo, todo depende de todos.

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