Anochece. Me apoyo en la barra del bar y pido la primera cerveza. Un escalofrío recorre mi espalda… es mi sexto sentido que me avisa: en breve algo extraordinario va a suceder. Transcurren los minutos y entablo una conversación sobre cómo diferenciar una centolla llena de una vacía. A la tercera cerveza me dispongo a vaciar mi vejiga. Mala señal y peor aún cuando con las prisas no me la sacudo en condiciones y una gotita se escapa y empapa y enfría la parte delantera de mis calzoncillos. La gotita se expande y traspasa la tela del vaquero azul celeste. Es como si de mi entrepierna naciera una de esas caras de Bélmez. Me estiro la camiseta negra para disimular aunque sé a ciencia cierta que eso no evitará que la humedad que reina frente a mis testículos conlleve un ciclo casi perpetuo de viajes al cuarto de baño, más aún cuando sé que me tragaré unas cuantas birras más… es noche de viernes y esa es mi tradición, el primer puto mandamiento de mi religión: bebe y habla para sentir que la existencia tiene algo de sentido.
Que si provocan autismo, que si Bill Gates está detrás de las vacunas para introducir “microchips” en el organismo a través del cual controla a la población (lo cual me halaga en el fondo porque eso quiere decir que ese multimillonario me tiene en cuenta), que si el 5G es lo que mata, que si médicosMientras bebía, hablaba, reía, orinaba y volvía a beber, de nuevo un escalofrío con la fuerza de un relámpago atravesó todo mi ser. Mala cosa. Los tertulianos iban y venían y fue entonces, cuando al salir del váter por séptima vez le vi. En lugar de ir directamente a la barra, salí del bar y miré el cielo estrellado. Lo que me imaginaba… la Gran Conjunción de Júpiter y Saturno en Acuario se disipaba para joderme la noche.
No fue bajar la cabeza cuando ya tenía su aliento en mi cogote. El pesado de turno se disponía a comerme la oreja. Él sabe que soy amable. Él sabe que años atrás, en una noche similar a la que os relato, le presté atención. Él sabe que soy alimento para su soledad deslenguada. Él sabe que sonrío aunque por dentro esté asqueado. Él sabe que soy presa fácil. Pero él no sabe que con la edad mi capacidad de aguante ha ido mermando… Cada segundo que paso en esta vida que también mengua, aprendo a mandar por culo con mayor facilidad, pero eso él no lo sabía. Para aguantar gilipollas y sus gilipolleces ya no estoy.
Hablamos de un tipo que intentó en su momento que votara a Vox. Amablemente le expliqué que era moro y como tal me costaba dar la confianza de mi voto a un partido racista. Le expliqué que cada día me surgían más dudas sobre mi condición sexual y claro, tenía que estar alerta ante la homofobia, no sea que el día de mañana, al salir del armario, me explotara en la cara. Hablamos de un tipo que quería convencerme que eso de que la tierra fuese redonda no estaba comprobado, aunque lo más lejos que había viajado el colega era a la Barca de Vejer. Hablamos de un tipo que su argumento para camelarme es que “como eres periodista tienes que saberlo”, tratando de poner mi supuesta sabiduría entre la espada y la pared. Hablamos de un tipo que tras dejar las drogas encontró a Jesucristo. Ese era el prenda que me iba a amargar mi bendita salida nocturna del viernes.
Regresé al bar con el colega ya pegado a mi cara. Mira que odio que para que no ignore su conversación me cojan del brazo. Mira que odio que para que le preste atención acerquen sus labios y me salpiquen con la saliva. Aún así, traté de ser amable. Pensé: le presto atención un par de minuto y así cumplo con mi tendencia a la cordialidad, la educación y la sociabilización. Pero esa táctica no funciona con aquellos seres humanos que tienen la neurona de más justa para no ir cagándose por la calle como los caballos en la Feria de Jerez.
¿El tema de esa noche? Las vacunas. Como no podía ser de otra forma, él era antivacuna. Un tío muy completo, vamos. A la santísima trinidad del tierraplanismo, la religión y vox le añadía otra mueca más.
Que si provocan autismo, que si Bill Gates está detrás de las vacunas para introducir “microchips” en el organismo a través del cual controla a la población (lo cual me halaga en el fondo porque eso quiere decir que ese multimillonario me tiene en cuenta), que si el 5G es lo que mata, que si médicos y políticos están compinchados… o sea, la tabarra que me dio fue de órdago. Pero llegué al límite…
…. Y justo cuando trataba de explicarme que se han diseñado para provocar esterilidad, y tras haberle dado la espalda en tres ocasiones, y tras volver a agarrarme del brazo, y tras quitarse la mascarilla para enfatizar sus palabras, le miré a los ojos e inmediatamente supe que un escalofrío le recorrió la espalda. En voz alta y clara, delante de todo el mundo, le dije: “Quillo, déjame en paz de una puñetera vez. A ver, campeón… El día que te conocí estabas en un servicio, agachado sobre charcos de pestilente orina, metiéndote una raya de cocaína. ¿Qué te hace pensar que voy a hacerte caso a ti, que lo último que has leído ha sido la orden de alejamiento que te ha interpuesto la que era tu mujer, y no a un médico que lleva años y años de estudio no solo para sacarse la carrera sino para actualizar sus conocimientos y así salvar la vida, en infinidad de ocasiones, incluso a borregos como tú?... no me jodas crack… mira mi pantalón, junto a la bragueta, ¿ves esa mancha que parece de orina? Pues es la cara de mi profeta advirtiéndote para que dejes de tocarme los cojones”. Se hizo el silencio solo roto por unas carcajadas… Y cuando creí resuelto el problema, Júpiter y Saturno entraron en conjunción de nuevo, un escalofrío me recorrió la espalda y el colega me agarró del brazo, me sonrió y me dijo: “Qué máquina eres… tú, como periodista, sabes que las vacunas te conectan al wifi…”. Mala cosa amigos… mala noche… que no hay manera… así que ponme otra cerveza y cuéntame cómo se cura la homosexualidad, el porqué 'Aserejé', de Las Ketchup, es una canción satánica y cómo se distingue, en el Congreso de los Diputados, a los reptilianos de los illuminati… la noche será joven, pero también se me va a hacer muy, pero que muy larga….