Tanto el alcalde, Juan Espadas, como el delegado de Turismo, Antonio Muñoz, han insistido con motivo de la Semana del Turismo en la necesidad de descentralizar las visitas a la ciudad. Muñoz, en el curso de una entrevista periodística, ha declarado lo siguiente: “La cuestión no es que ya no quepan más turistas. Caben, pero más repartidos en todo el año. Y, por otro lado, hay que lograr que estén más de dos días y gasten algo más. Para eso -añadió- es crucial incorporar a la oferta turística la agenda cultural y expandir la zona más visitable hacia otros puntos más alejados del triángulo monumental”.
Ese triángulo monumental es, obviamente, el compuesto por el legado declarado Patrimonio de la Humanidad: el Alcázar, la Catedral y el Archivo de Indias.
La creación de nuevas zona de interés turístico, que recuerda a las “nuevas áreas de centralidad” que se marcó como reto la Barcelona olímpica en el 92 (la ciudad recibe ahora 19,66 millones de visitantes) es una estrategia de pura lógica para la consecución de los objetivos citados por el delegado. Sin embargo, el gobierno municipal ha vuelto a hacer lo contrario de lo que preconiza al potenciar una vez más el centro en detrimento de su periferia con la operación Bellver.
La “ciudad consolidada”
Monteseirín, que inició su mandato anulando la construcción de la sede administrativa que para el Ayuntamiento había diseñado Moneo en el Prado por encargo de Soledad Becerril, tenía un discurso de apoyo a los barrios que acabó trocando en favor de lo que él denominaba “la ciudad consolidada”, esto es el centro, para tratar de justificar el despilfarro en las Setas de la Encarnación (unos 120 millones de euros).
Espadas no ha llegado a tales extremos, pero a su manera también ha apostado por esa “ciudad consolidada” que es el centro al decidir la compra por el Ayuntamiento a la Fundación Lara, a cambio de 4,5 millones de euros, de la casa Fabiola para albergar la colección del mecenas Mariano Bellver, en vez de instalarla en el Pabellón Real de la Plaza de América, como se decidió durante el mandato de Zoido.
Durante la visita realizada junto con el propio Bellver a la casa Fabiola el pasado octubre, Espadas declaró que la ciudad, “además de contar con un nuevo museo en el epicentro de la zona turística, ganará una casa-palacio de gran valor”.
Aparte de que el gran valor patrimonial del inmueble es relativo considerada en el conjunto de Sevilla, con esta operación el Ayuntamiento ha hecho justo lo contrario de esa estrategia turística anunciada por Muñoz de enviar a los turistas más allá del triángulo patrimonial. Espadas lo subrayó de forma consciente o inconsciente al hablar del “epicentro” de la zona turística.
Ese “epicentro” no sólo se va a reforzar aún más con la colección Bellver en la casa Fabiola, sita a escasos metros de la zona declarada Patrimonio de la Humanidad, sino también con la anunciada apertura al público del Palacio Arzobispal, con lo cual el turista tendrá cada vez más motivos para concentrarse en el centro, valga la redundancia, y no salir a explorar puntos más alejados, vacíos o vaciados de atractivos.
Dinero hay
El segundo efecto de la operación de compra de la casa Fabiola por 4,5 millones de euros en tiempos de crisis económica y de recortes de gasto por mor de reducir el disparado déficit público, es no haber hecho una inversión alternativa en la rehabilitación del patrimonio municipal vacío o necesitado de restauración, como es el caso del mismísimo Pabellón Real en la Plaza de América, con el que se habrían conseguido varios objetivos a la vez: habría cobrado nueva vida con la colección de arte de Mariano Bellver, que sólo merece muestras de gratitud por su generosidad con Sevilla; lo habríamos restaurado y nos habríamos ahorrado los 4,5 millones de euros gastados en la compra de la casa Fabiola pero no, por ejemplo, en la conservación de la Fábrica de Artillería.
Dicho de otro modo: no deja de causar extrañeza que se pudiera de pronto tratar de reorientar 10,5 millones de euros del Presupuesto municipal a la compra de la casa Fabiola y de la sede de la Consejería de Gobernación en la Plaza Nueva pero no para la conservación de nuestro patrimonio histórico-artístico.
El cambio del Pabellón Real por la casa Fabiola para sede del museo Bellver llegó además en un momento particularmente delicado: la solicitud de preconcurso de acreedores de la empresa gestora del acuario y el anuncio del cierre de la vecina noria en el muelle de las Delicias, cuyo desmontaje ya se ha iniciado.
“Isla” de los museos
Javier Jorba, consejero delegado de SQP Leisure, empresa explotadora de la noria, ha reconocido que la previsión de negocio era lograr de 350.000 a 400.000 visitas el primer año pero que se han quedado en 60.000 tan sólo. ¿La causa? Lo ha razonado con estas palabras: “El precio no ha sido el causante. La causa es que la gente no pasea hasta el puerto porque no hay una estrategia clara de acercar el turismo del centro al muelle (de las Delicias)”.
Con la colección Bellver en el Pabellón Real, Sevilla habría podido tener una vez concluida la futura remodelación del Museo Arqueológico, aplazada desde hace lustros, y la restauración y apertura completa del Museo de Artes y Costumbres Populares (se ha perdido la cuenta de los años que lleva cerrada su segunda planta), su particular Isla de los Museos en el Parque de María Luisa, con los atractivos añadidos del acuario y de la noria y conectada al centro mediante la Plaza de España y los Jardines de San Telmo una vez vueltos a poner en valor.
Al abandonar a su suerte el acuario, la noria, el Pabellón Real y los museos se ha perdido la gran ocasión de crear en el Sur del casco urbano un segundo polo de atracción turística, una “nueva área de centralidad” como habrían dicho y hecho en Barcelona, pero, eso sí, hemos reforzado con la casa Fabiola la “ciudad consolidada”, el centro y hasta, en palabras de Espadas, el epicentro.