El próximo 23 de enero llegará, de nuevo a Sevilla Ángel Stanich para ofrecer, acompañado de su banda, un concierto en la Sala Malandar.
Stanich, con un solo disco en el mercado, ha conseguido una gran popularidad, a pesar de mostrarse reacio a poner las cosas fáciles a la prensa a la hora de ser entrevistado.
Camino ácido es su único trabajo discográfico, con el que ha recorrido en estos dos últimos años toda la geografía nacional, llenando locales por donde ha pasado.
En su propia web se preguntan quién diablos es Ángel Stanich y responden así: El más flagrante enigma del pop español 2014 se llama Ángel Stanich. Poco se sabe de este genial ermitaño y poco mas podrás saber. Nació en Santander, estudió en Valladolid, donde Javier Vielba (Corizonas /Arizona Baby) ha producido su álbum y reside en Madrid. Con veinte y pocos años, cabellera y barba hirsuta y un anormal talento como guionista de seductoras canciones donde los vaivenes cotidianos devienen en surrealismo perverso.
Stanich es un músico al margen -prosigue la web-. Aunque algunos le fuercen remotos parecidos a Quique Gonzalez, Albert Pla o un Dylan en ácido, lo cierto es que estamos, seguramente, ante uno de los músicos más singulares que este país ha dado en años. No, no se parece a nada circundante y es dueño de una de esas voces únicas que horripila o seduce. Todo esto le ha convertido, en apenas unos pocos meses, en ese tipo raro del que el mundillo musical habla sin tener ni siquiera un disco oficial a mano.
Y todo ello sin contar con él. Porque Stanich es un freak recluso centrado en su bohemia y sus canciones. No va de nada. Al contrario. Pasa del rollo mediático. No hace promoción de su trabajo o sus contados conciertos. Ha costado lo suyo que montara su Facebook oficial… No hace entrevistas ni lo verás por ahí en los saraos nocturnos. Pero su música y su figura inspiran esa extraña atracción fatal del borde vulnerable. Vamos, que Stanich podría ser sin duda el sueño húmedo de protección materna infalible no solo cara al sexo femenino, recalcan.
Escurridizo, políticamente incorrecto, misterioso, son algunos de los diagnóstico mediáticos que genera por culpa de su actitud y de su único trabajo, un álbum indie, Camino ácido, aun propiedad privada, repleto de idas de olla deslumbrantes por las que discurre un desbordante e inusual ingenio arropado de mordacidad certera y una hondura emocional impropia de su edad, que lo convierten en todo un feliz hallazgo. Y, mientras el mundo se entera, Stanich, sin prisa, a su manera, deja gente fuera en sus conciertos madrileños o genera karaokes multitudinarios de Metralleta Joe (su canción más emblemática) a su paso triunfal por el Sonorama, concluyen.