El tiempo en: El Condado

Sevilla

Memoria de los pobres mártires sevillanos del 36

El pasado día 3 de octubre comenzó el proceso diocesano de beatificación de 21 mártires sevillanos del siglo XX durante los primeros días de la guerra civil de 1936-1939...

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
  • Placa en la iglesia -

Los balances de asesinatos y pérdidas de patrimonio artístico e histórico religioso, reflejan una persecución perfectamente diseñada y ejecutada en el territorio nacional. Los datos son estremecedores en la Archidiócesis de Sevilla, tanto de sacerdotes, religiosos, seminaristas y seglares mártires, como de pérdidas materiales, artísticas e históricas. Sevilla tuvo el protomártir de la Iglesia, el padre José Vigil Cabrerizo, asesinado con infinita crueldad el 18 de julio de 1936. El mártir, hasta ahora penosamente olvidado, dio testimonio de santidad. Lo que se le niega todavía como resumen de la barbarie que impera en tantos corazones. Han pasado casi ochenta años de aquellos asesinatos y todavía suenan voces que niegan el martirio y afirman que fueron muertes fortuitas.
Durante más de treinta años de investigaciones, fuimos recogiendo documentación y testimonios orales sobre la persecución religiosa y la guerra civil española, más los antecedentes republicanos y las represiones posteriores en Sevilla. Como resultado de aquel trabajo, que continúa abierto y recibiendo nuevas aportaciones que confirman y amplían lo escrito entonces, escribimos el libro “Sevilla fue la clave”, publicado en 1992 por el editor José Rodríguez Castillejo, después de que otras editoriales declinaran su publicación por razones ideológicas.

Lo que entonces escribimos sobre el martirio del sacerdote José Vigil Cabrerizo, protomártir de la Iglesia española, sigue vigente. Para la Iglesia sevillana hasta ahora no ha llegado el momento de valorar el martirio y muerte santa de este modesto cura. Menos aún, incluso la lápida que recordaba su martirio, mandada colocar por el Arzobispado de Sevilla en 1938, ha sido recientemente [primeros años ochenta] quitada de su lugar en la nave central del templo parroquial de San Jerónimo y relegada a un pasillo interior. Donde, encima, se ha colocado un cartel de publicidad del Caribe para ocultarla [finales del siglo XX].

En dicha lápida, hoy gastada por los efectos del tiempo, aún puede leerse el siguiente texto: “Diligite inimicos vestros”. A la buena memoria del señor Don José Vigil Cabrerizo, Presbítero, Capellán rector de esta iglesia de San Jerónimo, gravemente herido por los impíos en la persecución marxista en la calle Conde de Ibarra la tarde del 18 de julio de 1936, y que consumó su heroico sacrificio al siguiente día, después de perdonar generosamente a sus verdugos y de rogar a sus padres [y hermanas] que también los perdonaran, imitando las lecciones del Divino Maestro. “Exemplum enim dedi vobis” (Joan. XIII-15)”.

Decíamos en “Sevilla fue la clave” (Editorial Castillejo, 1992, página 548): “Cuando parte de la Iglesia española parece avergonzarse de su pasado y se comporta pasivamente en asuntos de tanta trascendencia como la causa de beatificación de los mártires de la Guerra de España, es oportuno recuperar del olvido al primer sacerdote mártir del 18 de julio de 1936, el joven y humilde párroco de San Jerónimo (Sevilla), José Vigil Cabrerizo, asesinado a las seis de la tarde de ese mismo día, en la calle Conde de Ybarra”.

“Ni Sevilla como ciudad, ni la Iglesia como institución, han tenido para este sacerdote mártir, muerto perdonando a sus verdugos, el más mínimo recuerdo público. Lo primero que hizo la primera Corporación democrática, a propuesta de los comunistas, fue dedicar una avenida a Carlos Marx, olvidándose de hombres de izquierdas sevillanos como Pepe Díaz Ramos, Saturnino Barneto, Melchor García, Antonio Ariza o Diego Martínez Barrio. Pero José Vigil Cabrerizo fue olvidado por el Régimen anterior, por el actual y por la propia Iglesia sevillana”.

“Bien es verdad que, según su fe, tampoco le hace falta ningún reconocimiento oficial. El murió en la sala de Nuestra Señora del Pilar del Hospital de las Cinco Llagas, después de ser martirizado, perdonando a sus asesinos y exigiéndoles a sus padres y hermanas que también los perdonaran. Y sus últimas palabras fueron para ofrecer su vida por la salvación de España”.

“Cuando el Santo Padre Juan Pablo II anunció la apertura de causas de beatificación para algunos de los sacerdotes y religiosos martirizados por el Frente Popular durante la Guerra de España, surgieron voces contrarias. Las razones para la negativa, medio siglo después de los acontecimientos, fueron expuestas por personas vinculadas a los partidos de izquierda y, sorprendentemente, a la misma Iglesia española. Los marxistas no aceptan que los católicos recuerden a sus mártires, lo que parece lógico en la medida que las beatificaciones recuerdan que fueron cruelmente asesinados por ellos, sin más justificación que la de ser personas de fe. Pero resulta dolorosamente incomprensible, que dentro de la propia Iglesia haya personas que también se opongan a la beatificación, para no abrir, dicen, antiguas heridas. ¡Qué pronto han olvidado la pastoral de compromiso de la Iglesia española de 1937!

Los mártires católicos del período 1931-1939 han vuelto a morir... Entonces fueron víctimas de las balas asesinas disparadas por el odio; ahora, por la ignorancia, la ingratitud y la cobardía”.

En la relación oficial de procesos canónicos pendientes en la Congregación de los Santos del Vaticano, enviados hasta 1989 por las respectivas diócesis españolas afectadas por la persecución religiosa, no figura el sacerdote José Vigil Cabrerizo ni los sacerdotes, frailes y seminaristas inmolados en la archidiócesis sevillana durante la guerra civil española, con excepción de los cinco hermanos salesianos citados en una relación de veintidós víctimas del citado Instituto. De manera que la Archidiócesis de Sevilla, que fue una de las primeras de España en iniciar los trámites para conocer los efectos de la persecución religiosa en su territorio, por mandato del cardenal arzobispo Pedro Segura y Sáenz [En carta pastoral fechada el 15 de diciembre de 1937], ha quedado descolgada del grupo formado por treinta y cuatro diócesis españolas presentes en los documentos publicados por la Congregación de los Santos en 1985 y ampliados en 1989. La única vinculación sevillana con estos procesos canónicos es a través de los expedientes cumplimentados por cuenta del Instituto Salesiano.

Por lo tanto, del conjunto de treinta y seis víctimas vinculadas a Sevilla, treinta fueron asesinadas en el territorio archidiocesano, y han permanecido olvidadas hasta ahora. En realidad, solo veintiuna personas son las ahora reconocidas, pero en nuestros libros queda constancia de que fueron treinta seis. 

 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN