Con los primeros compases de la Madrugá, la Cava del Castillo, tras contener la respiración al paso del Silencio, volvió nuevamente a enmudecer. El Señor de la Madrugá, Ntro. Padre Jesús Nazareno, transitaba riguroso, en un aura de devoción y misticismo propios de cuanto despertaba el momento. La recogida en la Basílica de la Caridad Coronada, en torno a las 9.45h de la mañana del Viernes Santo, fue un momento muy emotivo, sobre todo en la Cuesta de la Caridad. Tras el palio, sonaba la marcha “Mi Amargura” interpretada magistralmente por la Banda de Música Municipal de Guillena, y con Ella, con MªStma. de la Amargura, vivimos una de las últimas estampas cofrades de la Semana, que nos dejó sin duda con un regusto a Semana Santa en los labios, aunque supiéramos que ya se nos escapa.
También la Plaza de San Francisco vivía en letargo desde las 3.00h de la madrugada. Las cigüeñas picoteaban el ambiente desde entonces, hasta que a las 19.00h volvieron a abrirse las puertas de la Iglesia, en esta ocasión para conmemorar la muerte de Ntro. Sr. Jesucristo en su Santo Entierro. El paso “de la urna”, como se le conoce, salió con la Marcha Fúnebre de Chopin interpretada por la Banda del Maestro Enrique Galán de Rota, encargada de regalar sus sones a la Soledad de Mª Stma. Con el abrazo de San Francisco en la Gloria del techo de palio y al son de “Soleá dame la mano” salió Mª Stma. a las calles de Sanlúcar. Parecía como si el Santo desde su techo le dijera a su Madre, ‘Dame la mano Soledad’, para desclavarle su puñal, como así Ella desclavó el nuestro con esa mirada tan dulce.
El Carril San Diego y sus balcones fueron brazos donde abrazarse al madero de Mª Stma. de las Angustias, y la Cava del Castillo fue sepulcro para su Hijo, Cristo Yacente que nos resucitó en forma de esencia y sentimiento, ese duende presente en cada uno de los compases de la música, que se sacralizó en forma de “Virgen del Valle” por la Banda de Julián Cerdán para hacer su entrada en calle Escuelas.
La Piedad más sufrida, el dolor más palpable hecho misterio, la cruz más doliente hecho sudario suave, la muerte más tronchada transformada en abrazo, y abrazo hecho caricia de una Madre y su Hijo, en un Gólgota que reviró sin descomponerse, como su carmelitano cortejo, desde el barrio bajo hasta adentrarse en pleno barrio alto. El luto de las marchas la acompañó en todo momento, especialmente en la calle Descalzas, instante del recorrido que el Sanlúcar cofrade supo no perderse.
Tras la Piedad de Dios y de María, la hermandad de la Vera+Cruz retomaba el testigo de la carmelitana para transitar por calle Escuelas camino del primer tramo de la Carrera Oficial. Si tuviéramos que definir en una palabra al Stmo. Cristo de la Vera+Cruz, sin duda sería ‘Ocampo’, pues la dureza de su crucifixión contrasta, opuestamente, con la Paz de su muerte. Así, dormido, y sin que un rumor lo despertase de su sueño de Vida Eterna, transitó Dios, más muerto que vivo, pero sobre todo, más vivo que muerto.El palio de Ntra. Sra. de la Soledad cerraba el cortejo que tuvo que esperarla en Escuelas, dada la dificultosa salida de la Parroquia de la O que solventó,con oficio costalero, su cuadrilla.
Fundidos en uno, Vera+Cruz y Arco de Rota fueron el último pórtico de la Gloria sanluqueña donde se prendía el broche a seis jornadas que nos dieron la vida, en una Semana, mágica y apasionante, que se iba cerrando conforme el asta de la cruz cruzaba la piedra del Arco, inaugurando así el letargo para volver a afrontar la espera de todo un año. Por suerte, la historia que se nos ha contado acaba de la mejor forma que nos podamos imaginar, pero para eso habrá que aguardar a la primera luz del Tercer Día.