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Skármeta rinde homenaje a los niños que aman a sus padres

El escritor chileno Antonio Skármeta rinde en su cuento Galletas chinas un homenaje a todos los niños que aman a sus padres, a los padres que aman a sus hijos y a las pequeñas empresas, que son las que sostienen la economía.

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El escritor chileno Antonio Skármeta rinde en su cuento Galletas chinas un homenaje a todos los niños que aman a sus padres, a los padres que aman a sus hijos y a las pequeñas empresas, que son las que sostienen la economía. 

Publicado por Serres e ilustrado por Emilio Urberuaga, Galletas chinas explica la historia de unos trabajadores mapuches que trabajan en una pequeña panadería de Chile, que, tras el éxito de ventas en unas navidades, son invitados por el dueño a comer a un restaurante chino. 

En la presentación del libro, Skármeta ha comentado que “en Santiago es tradición que los mapuches, que son nuestros indígenas, trabajen como panaderos y se instalen en grandes panificadoras o en pequeñas panaderías”. 

Precisamente en uno de estos pequeños negocios es donde transcurre la historia de Galletas chinas, regentada por un emigrante andaluz, que invita a Pedro Collihuinca, su mujer y el hijo de ambos a un restaurante chino. 

Al finalizar la comida les entregan a cada uno un dulce envuelto en celofán en cuyo interior encuentran un papelito con un mensaje o un proverbio chino. 

En su dulce el niño descubre con sorpresa el mensaje “serás un empresario” y aquello, de la mano de Skármeta, enciende la imaginación del niño que hará que llegue a convertirse en el panadero más famoso de Chile. Para el autor, “los motores de la economía son las pequeñas empresas, y dentro de estas, las microempresas, en las que no existe la relación autoritaria entre un gran jefe y un grupo grande de obreros”. 

Por esa razón, Skármeta quería “celebrar esos micromundos” y además “dibujar un gesto de cariño hacia esos chicos que aman a sus padres y al amor al trabajo, que es para mí siempre fuente de inspiración y poesía”. 

El autor de El cartero de Neruda ha aclarado que su actitud “no difiere en nada de lo que hago cuando escribo para adultos: no acudo a diminutivos, no trato de enternecer ni hermosear el lenguaje, sino que voy al hecho factual, y si hay una palabra con dificultad, la pongo sin escrúpulo porque el padre podrá asistir al niño o éste podrá acudir a Google”.

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