Victoria Subirana (Girona, 1959) se convirtió en Vicky Sherpa cuando se casó con un ciudadano nepalí de esta etnia. Había llegado a Katmandú inspirada por la literatura de Lobsang Rampa y Hermann Hesse en 1988 y allí descubrió que su profesión, la de maestra, tenía mucho más sentido debido a unos índices de analfabetismo del ochenta por ciento.
“Tiene una pedagogía que desarrolló ella, en la que no sólo trata de enseñar a leer y escribir, sino también impulsar una especie de crecimiento personal”, explica a Efe Icíar Bollaín, que traslada su mirada a la vida de esta mujer.
El universo femenino, a excepción de en También la lluvia, ha sido uno de los ejes de su filmografía. Desde las inmigrantes que germinaban como Flores de otro mundo en un pequeño pueblo español, hasta las mataharis que dan nombre a otra de sus cintas, pasando por la mujer maltratada de Te doy mis ojos.
Ahora, con Subirana, “una mujer muy corajuda” cuya labor en Nepal sigue en activo y quien ha recibido amenazas por parte del gobierno nepalí, retrata “la idea de que la educación puede servir para el cambio social”, según la realizadora, puesto que al crear escuelas de elite gratuitas para los más desfavorecidos, rompió el estatismo social nepalí.