2021 nos ha deparado
lo peor de la pandemia. En enero, Cádiz se situó como la
quinta provincia española con la mayor cifra de víctimas mortales a causa del Covid y la tercera ola llevó a las empresas funerarias a triplicar el número de féretros en almacén para hacer frente a la mortalidad. Al mismo tiempo, el año que llega a su fin ha sido el de la
esperanza gracias a la vacunación, que ha resultado un rotundo éxito en Andalucía y en Cádiz, donde se ha inmunizado ya el 82% de la población, de manera que se ha reducido considerablemente la gravedad de la infección.
Hasta que no se generalizó la administración del fármaco, se mantuvieron las restricciones, incluso una vez levantado el estado de alarma en mayo.
Solo a partir de octubre se recuperó la normalidad, que se mantiene, de manera que la recuperación de la actividad económica es prácticamente total a día de hoy: el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) contabilizó 75.156 trabajadores acogidos a expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) en la provincia en mayo de 2020; en noviembre
solo se eran 4.950.
Sin embargo,
las cosas no funcionan y ha vuelto a cundir el desánimo: ni la recuperación económica marcha al ritmo esperado e incluso está amenazada por la
inflación, los
cuellos de botella en el transporte, el
desabastecimiento generalizado, con especial incidencia en la construcción o el sector de la automoción; ni tampoco la pandemia se da por superada con una
sexta ola que lleva a los responsables políticos y los propios profesionales sanitarios a tentarse la ropa.
Si bien la
presión asistencial se mantiene a raya, ésta crece lentamente pero de manera constante, hasta el punto de que se ha vuelto a
reabrir el debate entre economía y salud. La Administración autonómica, por el momento, no endurecerá las medidas preventivas, ni reducirá horarios y aforos de la hostelería y la restauración. El Gobierno central vuelve a obligar a usar la mascarilla en exteriores. Y los médicos y enfermeros, que ven poca cosa lo anunciado por Pedro Sánchez, apelan a la
responsabilidad individual para contener la expansión del virus.
La Atención Primaria ha lanzado una llamada de auxilio porque, los centros de salud están llenos de pacientes que demandan una prueba para descartar que sus síntomas son los del Covid, dado que las farmacias tienen agotados los auto test, o reclaman el pasaporte Covid, necesario para tomar algo en un bar o visitar a un familiar ingresado en el hospital y que
lleva a cuestionarse si la vacunación debería ser obligatoria.
La incertidumbre rige el futuro inmediato. Hay dudas sobre si se celebrarán las cabalgatas y se mantendrán los calendarios de fiestas, si se volverá a las aulas sin incidencias y hasta cuándo podremos disfrutar de esta nueva normalidad. 2021
no termina, por fortuna, con el sufrimiento con el que comenzó, pero
la fatiga y el desconcierto son generalizados.