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Patio de monipodio

Que les devuelvan las llaves

No tengo por qué perdonar un mes de alquiler, si no se van y me devuelven las llaves”, decía una avispada y sobre todo “solidaria” propietaria ante las cámaras

Publicado: 30/03/2020 ·
22:26
· Actualizado: 30/03/2020 · 22:26
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

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Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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No tengo por qué perdonar un mes de alquiler, si no se van y me devuelven las llaves”, decía una avispada y sobre todo “solidaria” propietaria ante las cámaras. Si se le devuelven las llaves y dejan vacío el piso o local, tampoco está “perdonando”, eso no condona nada, ni siquiera se aplaza el pago. El egoísmo es el mejor amigo de las crisis, el mayor enemigo de su solución. Cada cual a su nivel, la diferencia está en el montante de lo condonado o a condonar; dicho del revés: en el importe que se pretende obtener por encima, a pesar o incluso gracias a la crisis. La misma responsabilidad asumen cuantos lo fuercen. Todos, chicos y grandes, pueden agravar el problema o al contrario, minimizar el efecto negativo, incluso llegar a acabar con él.

Pero hace falta un poco de generosidad, quizá tan sólo de ausencia de egoísmo y un mucho de sentido común. Que pescar en río revuelto no deja de ser una mezquindad, aunque muchos disfruten en ella. Lo de la moratoria es más grave en la medida en que a la ausencia plena de comprensión ante la gravedad del problema, a la negativa a apoyar en positivo, se sume la quiebra del confinamiento, al lanzar gente a dormir en la calle. Es posible que la decisión judicial no fuera inmediata. Pero eso no cambia la intención del/la propietario/a. Una ruindad que en nada beneficia a quien la ejecuta, por la imposibilidad de alquilar o vender, y la insensatez de una mudanza en estas condiciones.


Apoyar, comprometerse en la solución a problemas de tanto alcance social como una pandemia tan extensiva, es deber de todos, con independencia de más o menos concordancia con la dinámica de la Administración. Quien se niega a poner, siquiera, un esfuerzo pequeño o mediano con que disminuir los efectos negativos, es tan responsable como quien se aproveche del problema para obtener beneficio a gran escala. Después de todo, beneficio personal es lo que buscan unos y otros por encima y a pesar del bien general. Lo peor es ponerse a la altura de unos grandes grupos económicos, centrados en el dividendo, mientras la gente se muere, o incluso de quien, presuntamente, pudiera ser causante o desencadenante de la pandemia.

Poner la producción por delante de la salud dice hasta dónde pueden ser capaces de llegar algunos. Esta crisis ha demostrado que el “techo de endeudamiento” era una imposición sin sentido, pero con trampa. Y eso que el endeudamiento no sería necesario con una política económica por la que, quienes merced a sus transacciones perciben beneficio proveniente del conjunto de la sociedad, devuelvan a esa sociedad lo suficiente para su sostenimiento, sin someterla a una dependencia económica y política. Más aún: en tiempos de decadencia, es indecente el beneficio obtenido por algunos grandes grupos empresariales, que no sienten escrúpulos en asfixiar a la mayoría para aumentar más aún sus ganancias. Los elevados beneficios de los grupos bancarios, eléctricos y algunos otros, durante la mal llamada “crisis” de 2008, son un indecente insulto a la sociedad europea. Si realmente, como apuntan grupos anónimos -quien sabe si malintencionados- la pandemia hubiera sido provocada, no lo podrían estar haciendo mejor. 

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