Instigada por el Consejo Presidencial designado por la ONU para fortalecer el gobierno de unidad, los objetivos distintos que persiguen las milicias rivales en la batalla por liberar Sirte del yugo yihadista amenazan sin embargo con ahondar el caos y la división en Libia.
El último en sumarse a la gran ofensiva que se prepara ha sido el señor de la guerra Ismail Yidrán, jefe de la poderosa milicia autónoma que defiende las instalaciones petroleras libias que ya frenó a los fanáticos en enero pasado en su intento por asaltar los puertos de Sidrá y Ras Lanuf.
Según explicaron a Efe fuentes de seguridad, los mercenarios de Yidrán han comenzado a tomar posiciones en el frente este, cerca de las zonas que ocupa la milicia de elite "Saika", afín al Parlamento en Tobruk -único reconocido por la comunidad internacional.
En ese ala también maniobra el polémico general Jalifa Hafter, un ex miembro de la cúpula militar golpista que en 1969 aupó al poder a Muamar al Gadafi, y que tras ser reclutado por la CIA y convertirse en su principal opositor en el exilio, ha devenido en el máximo escollo para la paz en Libia.
Apoyado económica y militarmente por Egipto y Arabia Saudí, Hafter está al frente de una fuerza llamada "Operación Dignidad", vinculada al sector del Parlamento de Tobruk que obstaculiza el reconocimiento del gobierno de unidad.
En el frente oeste, la bandera del posible asalto a Sirte la ondean las influyentes milicias de la ciudad de Misrata, ahora asociadas con el Gobierno de unidad y tradicionalmente enfrentadas a Hafter.
En esa zona costera se desarrollan desde hace días los combates más duros, que hasta el momento han costado la vida a una decena de soldados misratíes y han dejado latente el grado de resistencia de la rama libia de grupo yihadista Estado Islámico, que controla Sirte desde junio de 2015.
"Tanto la ONU como las potencias extranjeras que respaldan al Consejo dirigido por (Fayez) A Serraj confían en que la liberación de Sirte sirva de campaña de propaganda para un gobierno que todavía carece de legitimidad y apoyo popular", explica a Efe una fuente diplomática europea.
"Pero hay indicios de que Hafter tiene otros objetivos como fortalecer sus reivindicaciones políticas. Se quiera o no, quien gane pondrá las condiciones para negociar", advierte la fuente, que prefiere no ser identificada.
En la misma línea se pronuncian responsables cercanos al gobierno de unidad, que temen que una victoria de Hafter en el este -vital para la liberación de la ciudad- devenga en un problema político mayor, como ocurre en Bengazi.
El general, de 72 años, lanzó en mayo de 2014 una ofensiva similar para arrebatar esa ciudad a las milicias islamistas moderadas favorables al entonces gobierno rebelde en Trípoli y fortalecer la posición de Tobruk en el proceso negociador que tutelaba la ONU.
Casi dos años después, Bengazi -segunda urbe del país y cuna de alzamiento contra Gadafi- es aún escenario de combates que han desgastado a ambas partes y facilitado el avance de los yihadistas hacia el centro del país.
"Hafter debe entender que el bien nacional libio debe estar por encima de los intereses particulares", insisten a Efe sin excesiva convicción las fuentes cercanas al gobierno de unidad.
En este sentido, la fuente diplomática europea contempla un tercer escenario igualmente preocupante, ya que con toda probabilidad minaría el plan de reconciliación nacional diseñado por la ONU y su principal baluarte, el gobierno de unidad.
"Cabe la posibilidad de que los yihadistas resistan y la ofensiva se prolongue durante meses, lo que iría en detrimento del proceso político y de la estrategia internacional. Solo una victoria rápida y contundente puede ayudar al gobierno de unidad", subraya.
El proceso político está varado desde que a finales de febrero Al Serraj presentara su segundo gabinete de unidad -el primero fue rechazado en enero- y solicitara el obligado voto de confianza del Parlamento en Tobruk.
Allí, un grupo de diputados -en su mayoría afines a Hafter- maniobran para que el proceso -que incluye la aprobación del llamado "Acuerdo Nacional Libio" firmado en diciembre bajo los auspicios de la ONU- no tenga lugar.
El citado acuerdo, conocido también como "pacto de Sjirat", incluye en el apartado 8 la obligación de que todos los cargos de responsabilidad renuncien a sus funciones, lo que dejaría a Hafter debilitado, sin la jefatura del Ejército regular libio que ahora ostenta.
La vertiente militar parece favorable a la fuerza antiyihadista -apoyada por comandos especiales italianos y británicos y drones estadounidenses-, pero las sombras de este conflicto político amenazan peligrosamente tal superioridad.