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Del Prado al Quirinal: La caída de Mario Draghi entre tiburones

La tarde del 30 de junio, el primer ministro, Mario Draghi, atendía una llamada telefónica desde el madrileño Museo del Prado: su coalición implosionaba

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  • Mario Draghi. -

La tarde del 30 de junio, el primer ministro italiano, Mario Draghi, atendía una llamada telefónica desde el madrileño Museo del Prado: su coalición implosionaba. Hoy, 22 días después, confirmaba su dimisión. "Super Mario", el flamante salvador del euro, sucumbía así a los tiburones de la política italiana.

"Gracias, incluso los banqueros tienen corazón. Gracias por esto y por lo que hemos hecho juntos", reconoció hoy ante una Cámara de los Diputados en pie para despedirle antes de acudir ante el jefe del Estado, Sergio Mattarella, para formalizar su dimisión.

Draghi intentó recomponer su coalición pero no pudo, pues acabó abandonado por tres de sus principales socios: Giuseppe Conte, líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S); el ultraderechista Matteo Salvini de la Liga y el veterano Silvio Berlusconi. 

Acaba así el tercer Gobierno de una legislatura que finalizará en marzo, tras los dos anteriores del M5S, primero con Salvini y luego con el progresista Partido Demócrata (PD), ambos presididos por Giuseppe Conte.

UN BURÓCRATA PARA UNIRLOS A TODOS

Draghi (Roma, 1947) fue llamado a gobernar por el jefe de Estado, Sergio Mattarella, tras la caída de Conte en febrero de 2021, en un momento crítico, cuando se debía presentar el Plan de Recuperación de la pandemia para obtener los millonarios fondos europeos.

El economista, uno de los italianos más alabados tanto dentro como fuera del país, era el único capaz de recabar un amplio consenso a tal fin, apoyado por una coalición integrada por todos los partidos, de izquierda a derecha, excepto por la ultra Giorgia Meloni.

"Nada permite pensar que este Gobierno pueda hacer algo sin el apoyo convencido del Parlamento, un respaldo que no se basa en alquimias políticas sino en el espíritu de sacrificio de hombres y mujeres que afrontan el último año de legislatura con un vibrante deseo de renacer, de ser más fuertes", proclamaba en su investidura.

Italia se enorgullecía de esta "unidad" y volvía a echar mano de un técnico: nacía el Gobierno de Mario Draghi, el sigiloso economista que salvó la moneda única en el peor momento presidiendo el Banco Central Europeo (BCE).

EL GOBIERNO DRAGHI

El nuevo primer ministro inauguró una nueva forma de ejercer el poder: discreto, algo taciturno, sin redes sociales y pocas pero claras palabras, como cuando al mes de llegar a Palacio Chigi llamó "dictador" al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

A la hora de repartir ministerios, lo hizo de forma escrupulosamente proporcional al peso parlamentario de los partidos y reservó las carteras económicas a técnicos, como la de Economía, a Daniele Franco, director del Banco central italiano.

Los técnicos, como él, desembarcaban en Roma y se ponían al mando, algunos llegados del mundo empresarial, como Vittorio Colao, que dejaba Vodafone para dirigir el Ministerio de Innovación, o Roberto Cingolani, de la aeroespacial Leonardo y al frente del primer Ministerio para la Transición Ecológica de la historia del país.

Los primeros meses el engranaje funcionó: la pandemia, que había golpeado a Italia a bocajarro, tocaba ya a su fin y la vacunación iba viento en popa bajo la batuta de un general del ejército.

Además, la economía italiana rebotaba tras las estrecheces del virus y en julio de 2021 Bruselas avalaba el Plan de Recuperación italiano, liberando un tesoro de 191.000 millones de euros europeos.

LAS PRIMERAS NUBES

Sin embargo, no todo fue coser y cantar y surgían rifirrafes en su coalición, pero nada alarmante tratándose de un grupo tan heterogéneo: del progresista PD al populista M5S hasta la Forza Italia de Berlusconi y la Liga de Salvini.

Las primeras discrepancias relevantes emergieron en diciembre de 2021, cuando el Parlamento tuvo que elegir a un jefe del Estado y el proceso devino en batalla campal.

Draghi era sin duda el favorito para ocupar el principal cargo del Estado pero eso dejaba al Gobierno en sede vacante y nadie más podía reunir su consenso ¿La solución? Darlo por imposible y obligar a Mattarella a repetir a regañadientes en el cargo.

LA GUERRA

Pero el punto de inflexión llegó con la invasión rusa de Ucrania, que Draghi condenó sin ambages, llegando incluso a viajar a Kiev junto a los líderes de Francia y Alemania para bendecir la candidatura de los agredidos a entrar en la UE.

El economista tuvo que capear la crisis y una inflación histórica, y también a acabar con la dependencia del gas, pero la falta de apoyo del M5S a armar a la resistencia ucraniana abrió una grieta condenada a ensancharse.

El apoyo del partido "anticasta" empezó a titubear, crecían las desavenencias y el 14 de julio se negaba a votar un decreto escondido detrás de una moción de confianza. 

Y Draghi, que quiso gobernar con todos, o al menos con una amplia mayoría, decidía dimitir. Mattarella le dio seis días para reconsiderarlo pero al séptimo, hoy, consumó su intención.

Este "abuelo al servicio del Estado", como gustaba denominarse con cierta socarronería, era engullido por la voraz política romana, poco proclive a la concordia. 

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