Galina se ha quedado sola en un edificio medio destruido a las afueras de Járkov. Esta anciana es de los pocos vecinos que aguantó en su barrio durante los combates contra los rusos y ahora se encuentra en un escenario de soledad y destrucción mientras cerca de esta ciudad ucraniana sigue la guerra.
Apenas puede contener las lágrimas mientras relata lo sufrido, a la puerta del edificio, ante una calle vacía, donde todo lo que se ve alrededor está destruido o tiene serios daños.
Es la imagen del barrio entero de Northern Saltovka en el este de Járkov, la segunda mayor ciudad de Ucrania, en cuyos alrededores siguen los combates después de que las fuerzas ucranianas evitaron que las tropas rusas tomaran esta urbe.
APENAS QUEDA GENTE
Galina Chorna, de 75 años, estuvo sola viendo aquella batalla desde su casa en este bloque de viviendas que le dio el Gobierno hace casi cuarenta años durante la época soviética.
Sentada en un banco tira migas de pan a las palomas mientras recuerda las explosiones cerca. No creía que el presidente ruso, Vladímir Putin, fuera a empezar la guerra, cuenta a Efe.
Nunca bajó al refugio, pues pensaba que al vivir en un primer piso tenía menos riesgo de que impactara un misil, además de que le cuesta andar.
Ya no le quedan hermanos, ni marido ni su hija, que murió joven, solo un nieto, Bohdan que algunos días la trae comida y unas medicinas que necesita para sus manos, explica.
Cuando estuvo una semana sin venir, llegó a llamar a la Policía preocupada por si le había pasado algo: pocos días antes le tiró al suelo la onda expansiva de un proyectil y una mujer murió a su lado.
EDIFICIOS DESTRUIDOS
La mujer no sabe que será de ella, porque no puede arreglar su vivienda dañada, donde en la noche siente frío, y será complicado reparar todo el edificio, en el que relata que murieron siete personas durante los combates.
Lo mismo ocurre con muchos otros, cuyas fachadas están totalmente derrumbadas, los tejados caídos y apenas quedan ventanas intactas.
El alcalde de Járkov, Igor Terejov, ya ha advertido de que habrá que construir un nuevo barrio. Aún se evalúan los daños, pero ya se estiman por centenares las viviendas y otros edificios dañados en la ciudad.
La casa de Elena Yroslavna es una buena prueba de que no vale la pena intentar recuperarla. Las ventanas, las paredes, el suelo, todo es una ruina de la que intenta salvar algo.
Esta mujer de 50 años vivía con su madre, su marido, su hija y su nieta en un séptimo piso, que pese al desastre no es de los que peor han quedado: al subir por las escaleras se ven muchos calcinados.
Su hija y su nieta se fueron a Polonia, el resto fueron acogidos en la región de Járkov, después de haber aguantado dos semanas en un refugio.
Cuando el matrimonio regresó a la casa, se encontró con el destrozo. Aunque ha pedido una ayuda estatal, confiesa a Efe que confía poco en recibirla: nadie a venido a tasar los daños por ahora.
Mientras muestra los daños, de repente se escuchan una serie de explosiones y desde el hueco de lo que queda de la ventana se ven columnas de humo cerca.
El frente de guerra no está lejos y volver a sentirlo tan cerca a Elena le recuerda los misiles que comenzaron a impactar en esta zona residencial al poco de comenzar la invasión rusa el pasado 24 de febrero.
LA GUERRA SIGUE
El gobernador de la región de Járkov, Oleh Synehubov, asegura a Efe que el frente de guerra está próximo, después de que a mediados de este mes los militares ucranianos evitaran que los rusos entraran en la ciudad por este barrio.
Synehubov afirma que las explosiones en la zona de combates se siguen sintiendo en barrios como este a las afueras de la ciudad, en cuyos alrededores siguen impactando misiles rusos.
Los ucranianos van recuperando aldeas, pero los rusos no quieren perder esta zona de Ucrania cercana a la frontera con Rusia, donde siguen lanzando misiles y disparando en zonas donde quedan civiles, manifiesta.
El silencio apenas lo rompen en alguna calle empleados municipales, que limpian al menos restos como los de vidrios rotos, entre montones de escombros, y unos pocos vecinos que vuelven en sus coches para rescatar algo de lo que queda de sus casas.
Como Elena, que espera "un nuevo comienzo" en otro lugar, "en paz y con la familia unida" cuanto termine la guerra.