Munilla ha explicado, en una entrevista concedida a Efe, que los recelos a su designación no responden a cuestiones políticas y que él nunca ha expresado “su sensibilidad política”, ya que “eso impediría que parte de los fieles” que le son encomendados “tuviesen la disposición” de verle como “padre de todos”.
El prelado ha explicado también que las víctimas del terrorismo “merecen un trato y un mimo especial”.
“Lo que le ha pasado a la Iglesia no ha sido un capítulo aparte del resto de la sociedad. Todos hemos ido creciendo en consciencia de que ahí había un colectivo del que no teníamos la plena consciencia de su sufrimiento. No me parece justo que se haga un retrato de que ése es un problema de la Iglesia vasca, es un problema de la sociedad vasca”, ha afirmado el prelado.
Después de siete días de mandato y “aún con la maleta sin deshacer”, el obispo donostiarra quiere empezar a contactar con los sacerdotes, religiosos y con “todos los organismos de vida pastoral” de su diócesis para superar a través del trato personal las reticencias expresadas.
Consciente de la contestación que ha suscitado su nombramiento, Munilla atribuye el manifiesto del 77% de los párrocos de Guipúzcoa contra su designación a que “se habían creado unas expectativas muy fuertes que han sido frustradas” y a que se había prejuzgado que llega a San Sebastián “a poner todo patas arriba”, lo cual, ha dicho, “no es cierto”.
Ha revelado que “muchos” de los sacerdotes que firmaron el manifiesto se comunicaron posteriormente con él para explicarle que pensaron que era una carta interna, que no saldría a la luz pública, “lo cual cambia mucho las cosas”.
Munilla desea enterrar el “maniqueísmo” y los “prejuicios” con los que algunos sectores han juzgado su designación, al tiempo que manifiesta que no es la “antítesis de los obispos anteriores”.
“Algunos se imaginan que los sacerdotes firmantes del manifiesto son unos militantes políticos o tienen la metralleta, lo que es absurdo y ridículo”, de la misma manera que desde Guipúzcoa se ha podido pensar “que la Iglesia de otros lugares es diferente a la de aquí y no tiene objetivos comunes como la promoción de los seglares o la integración de la mujer”, algo que también tacha de “prejuicio”.
Munilla también ha prometido tener el trato “más cercano posible” con las familias de los presos, sin distinguir si éstos son de la organización terrorista o no, ya que los reclusos son “hijos de Dios”, lo que “no quita” para que se “inste a la conversión” a los que han cometido delitos y “no están arrepentidos”.
En su opinión, la Iglesia “está sembrando semillas de pacificación” en el País Vasco cuando “predica el Evangelio, el perdón y la tolerancia”, aunque no ha descartado que “si en algún momento extraordinario” se le solicita “algún tipo de intervención” en esta materia, “siempre ha estado dispuesta, no aquí, sino en todas las partes del mundo”.
Munilla ha opinado que la Iglesia no interfiere en la política “ni está para hacer valoraciones de los gobiernos”, sino que se limita a elevar “una palabra de discernimiento” sobre aspectos concretos “contradictorios con el bien común”, como el aborto, un asunto “prepolítico”, ya que “la vida de un niño que está en el seno de su madre no es un valor de derechas ni de izquierdas”.