Laura Bravo tiene 27 años, trabaja en Seguros Meridiana y, entre sus muchos hobbies -teatro o cocinar-, escribe historias fantásticas. Al estilo de las del Señor de los Anillos, aunque sueña con abrir su propio restaurante, ‘La Perla Azul’, “como mis ojos”. José David Pascual, con 26 años, cada día coge un autobús para estar a las ocho en una empresa financiera del Parque Tecnológico de Andalucía, aunque antes los fogones de una Granja Escuela eran su territorio. En su tiempo libre va al gimnasio, como Cristóbal López, de 28 años, que cambió sus antiguos oficios, la jardinería o la carpintería, por Decathlon, donde lleva cinco años. Aunque en el fondo, sueña con ser policía.
Tres jóvenes malagueños cualquiera, con la salvedad de que nacieron con Síndrome de Down. Pero, tal y como nos recuerda este año una campaña, “la felicidad no entiende de cromosomas” y la inserción laboral, afortunadamente, cada vez menos. Prueba de ello, el programa que desarrolla la Asociación Síndrome de Down en Málaga donde ahora “son cada vez más las empresas que nos llaman a nosotros para contratarles, tenemos hasta lista de espera”, cuenta Gracia Casado, coordinadora.
“Soy uno más en la empresa”, admite encantado José David, que espera seguir por mucho tiempo en su puesto. Llegar a él no ha sido fácil. Su carrera hacia un empleo comenzó con una formación, primero en la sede de la asociación, luego en una empresa real donde aprendió ritmos, habilidades y destrezas y, después, vino la oportunidad. Él, como sus compañeros, casi una treintena, no ha estado sólo. La iniciativa contempla coordinadores para el seguimiento y mediadores que sirven de nexo entre la empresa y la familia. Labores de auxiliar de administración, reponedores en grandes superficies o camareros son algunos de los perfiles demandados. Empresas de la talla de Carrefour, Residencia Ballesol o Eroski participan en el programa de prácticas para que den el salto al mercado. Una docena de ellos están “colocados” ya.
Basta conocerles
El buen ambiente que reina en las empresas donde están es la tónica que predomina y “engancha”. Sus compañeros no dudan incluso en formarse para entenderles mejor. “La sociedad ha cambiado mucho”, se alegra Gracia, que asegura que los tiempos “lastimosos, en los que se escuchaba aquello de pobrecitos” han pasado a la historia. El entusiasmo de Cristóbal por la vida es contagioso. Descarga mercancías o repone el calzado. Cuando sale de trabajar, colabora en casa “con la compra, las tareas y cocinar, pero sólo un poquillo”, matiza.
La verborrea de Laura, en cambio, es desbordante. Como su lista de hobbies, “mogollón”, avisa, que apabulla al más ocioso. A los seguros, donde se encarga de archivar la documentación, le suma su pasión por la informática, su vertiente artística con el grupo de teatro del colectivo, “Arribadown” y la literatura. “Quiero escribir un libro de recetas”, dice. Tiene claro que lo mejor de su trabajo, son “mis compañeras, son encantadoras”.
Este sábado, 21 de marzo, la asociación celebra una jornada de puertas abiertas, a partir de las once, en su sede, en calle Pierrot, número 27. Actividades, actuaciones musicales y hasta una sesión de spinning solidario para acercarnos a conocerles. Porque, como dice Gracia, “basta conocerles, para darse cuenta de que ellos nos dan mucho más a nosotros”. Acabar con esos prejuicios, los que aún queden, es así de fácil. Al fin y al cabo, la vida, como dice el spot “Reencuentros”, no va de cromosomas.