Lo que nació como una solución ha tornado en un problema que puede poner en peligro puestos de trabajo del personal no docente
La concertada vio la luz a mediados de los años 80 en este país que se sigue llamando España como solución a la falta de plazas escolares públicas como consecuencia de la explosión demográfica y en ánimos de universalizar la enseñanza gratuita en tiempos en los que la misma estaba claramente divida entre pública y privada, con lo que la brecha social en ese sentido era importante. El Gobierno socialista de Felipe González alcanzó acuerdos con la mayoría de los centros privados para que pasaban a ser concertados y de esta manera dar cabida a la demanda existente en aquellos tiempos de escolarización para todos y en igualdad de condiciones. La concertada era también enseñanza pública aunque la titularidad de los centros fuese privada. Posteriormente llegarían nuevos problemas con las transferencias educativas a las autonomías, aunque la concertada continuó manteniendo un perfil que ahora mismo no se ve amenazado, porque no va a desaparecer, pero sí coartado por las nuevas medidas que emanan de la enésima Ley de Educación, permanentemente presa de conceptos ideológicos y no de matices profesionales de los responsables educativos. Lo que nació como una solución de emergencia hace 35 años y también como una ruptura con aquella España de los niños ricos y los niños pobres, con matices claro está, se ha tornado en un problema que puede poner en peligro puestos de trabajo del personal no docente que están bajo el amparo nominal de los propios centros educativos. Todo entiendo que llegará a su cauce porque o sigue la concertada o habrá que hacer una apuesta muy arriesgada por la pública con la construcción de colegios que acojan a los niños y niñas que salen de esos que han marcado una época y que, de seguro, que lo continuarán marcando en aras de una educación gratuita y de calidad que, en definitiva, polémicas al margen, es lo que debe primar para buscar un país de gente preparada para los nuevos y complicados tiempos que se nos avecinan. Ahí es donde definitivamente se debe plantear el reto nacional por la enseñanza, obviando esas pinceladas ideológicas que las más de las veces solo hacen contentar a una parte del electorado aunque no tenga mayor recorrido.