El reducido abono jerezano ha tenido atractivos suficientes, para que los carteles resultaran interesantes, como se demostró en las entradas del viernes, casi lleno y los tres cuartos en las otras dos funciones. Las citas de Bohórquez y Cayetano marcaron el eje, de dos acontecimientos. La despedida y la vuelta. El rejoneador jerezano completó una actuación triunfal, con momentos cumbres e inolvidables que quedará en la memoria. Fiel a su estilo campero y clásico, toreó y clavó a compás. Las pares a dos manos tan personales, tuvieron el sonido de las palmas por bulerías. El brindis emotivo a su padre y el que hizo a los hermanos Angel y Rafael Peralta, Alvaro Domecq y Paco Ojeda. Jerez se le entregó en su adiós y Fermín lo vivió con emoción intensa. Como testigo en el ruedo Hermoso de Mendoza, en una actuación magistral, donde cortó un rabo, levantando al público por su rejoneo de verdad. Nobles y manejables el encierro de Fermín Bohórquez Escribano
La vuelta de Cayetano significó en reencuentro con un torero firme, relajado, mentalizado, dispuesto, que no buscó la oreja fácil. La media docena de de verónicas flexionando la pierna contraria, al sexto, al que le cortó la oreja, recordando a su abuelo Antonio Ordóñez y que inmortalizó con su cámara Pepe Arjona, resultaron bellas. El prólogo de su faena, tuvo igualmente la casta y el sello de su padre y la profundidad del abuelo. Trazos cadenciosos, citando de frente, toreando despacito, bajando la mano, dejaron claro que no regresa a salir del paso, todo lo contrario, llega con los pinceles, la cabeza despierta y el corazón abierto. No salió por la puerta grande del coso jerezano, aunque ha entrado con verdad y pundonor por la otra, que encumbra a los toreros. Así se reaparece. El encierro de Juan Pedro Domecq, nobles, bajos de casta.
El resto de matadores que componían los carteles merece una cita por su importante . Juan José Padilla resultó triunfador cortando tres orejas. Su labor resultó muy valorada por su entrega total. Largas cambiadas, series de derechazos de rodillas en los medios y su habitual destreza y valor en banderillas. abrió la puerta grande por su poder, entrega ante un buen lote de Cuvillo, que le permitieron desarrollar su tauromaquia, siempre con la “fuerza Padilla”. Morante de la Puebla esculpió momentos de torería, de los que se guardan en la mente. Falló a espadas y voló una oreja.que el público tenían ganas de dársela. Manzanares igualmente falló con los aceros. No pudo abrir la puerta grande, ya que había cortado una en el toro anterior. tras una puesta en escena inspirada y bella, con la luz de su mediterráneo a un buen toro de Cuvillo, que cerraba plaza, encastado que sin humillar tomaba la muleta con movilidad y fijeza.
Enrique Ponce imprimió su eterno toreo, a un primero muy noble y justo de fuerzas de Juan Pedro, volviendo en su segundo hacer lo difícil fácil a los ojos de del espectador. El Fandi siguen siendo el mismo. En sus manos no falta el espectáculo, ya sean con las capote donde estuvo muy variado , banderillas y sacar agua con la muleta, donde a veces el pozo está seco. Ese es el Fandi, llega con facilidad y la gente le corresponde con su jaleo. Comunión perfecta. La corrida de Juan Pedro, algo mejor presentada que la de Cubillo, le faltó raza, manejables y atesoró nobleza.
Jerez
Despedida y vuelta a lo grande
Hubo casi lleno el viernes y tres cuartos en las otras dos funciones. La despedida de Fermín Bohórquez y la reaparición de Cayetano Rivera
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