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'El Salvador' ya da de comer a 100 familias más que el pasado año

Casi 900 personas, entre los miembros de los 200 hogares a los que suministran los alimentos dos veces al mes para comer en casa, y los casi 150 transeúntes que lo hacen en las dependencias, subsisten a diario gracias a este recurso

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  • Un ciudadano espera su turno. -

Mientras el centro empieza a llenarse de familias y de grupos de amigos dispuestos a vivir la primera jornada festiva del puente, muy cerquita,  en el comedor social de El Salvador, las Hermanas de la Caridad y los voluntarios sirven un chocolate caliente y un trozo de bizcocho para los transeúntes que ni siquiera tienen un techo donde dormir. Son cerca de 150 y cada día comen en estas dependencias pero este viernes al ser día festivo, al igual que los fines de semana, recogen su bolsa con dos bocadillos y varias piezas de frutas.


Pese a su situación, algunos incluso bromean. “¿No hay coñac?”, le preguntan a una de las hermanas. Ese día uno de los bocadillos es de atún, el otro de chopped, y además llevan un refresco, un plátano y servilletas. Algunos llegan con semblante serio, mientras la trabajadora social confirma su presencia en la lista con la que tienen controladas perfectamente el número de personas y familias que se benefician de este recurso. “Lo importante es que nos den de comer; estoy orgulloso de que trabajen así”, señala un joven que reconoce que vive a caballo entre casa de sus padres y la calle, y que quiere “encontrar un trabajito”.


Mientras tanto Cati, una de las más de 30 voluntarios que se turnan para venir a servir la comida  y hacer los guisos, está al pie del cañón. Ya son dos años acudiendo a El Salvador sábados, domingos y días festivos, una labor que realiza “muy a gusto” y que recomienda hacer siempre “con una sonrisa”. Después de tanto tiempo echando una mano, se conoce a muchos de ellos. “¿Qué como se portan?Según el día”, asegura riendo, mientras Sor Victoria bromea, “se portan bien”. Con el resto de hermanas de su congregación son once, la mayoría  tienen  80 años en adelante y la que menos no baja de los 70.



Pese a su avanzada edad, todas se cuidan entre ellas y aguantan heroicamente el trasiego que se respira en la cocina cada día desde primera hora y el atender a las hermandades y entidades que se dirigen allí para colaborar.Además de las personas que no tienen un techo para dormir, este servicio social da cobertura a 200 familias, casi un centenar más que el pasado año, con una media de 4 á 5 personas en cada casa, lo que se traduce en más de 700 raciones diarias,  a las que hay que sumar las 150 que se sirven a los transeúntes. “Ha subido todo, porque mientras que unos se dan de baja otros se dan de alta y así estamos de unos años para atrás”, explica Sor Carmen, encargada de la cocina y de organizar las despensas, donde asegura que ahora mismo hay provisiones hasta junio.

ya no pasan frío
En junio replantearon el sistema de reparto de alimentos a las familias y desde entonces reconocen que el cambio ha sido para mejor, tanto para ellas como para los encargados de acudir cada día a hacer cola para recoger lo necesario para poder comer cada jornada. Ahora las entregas se hacen dos veces al mes, al principio y a mediados, de manera que estos hogares reciben “lo necesario” para poder comer. 


“No le solucionamos el problema, pero le ayudamos”, explican, mientras describen el contenido de los paquetes de alimentos que se entregan al representante de las familias que son usuarias del comedor. Esta ayuda en especie incluye varios kilos de legumbres, arroz, pasta, aceite, leche, huevos, atún...y gracias a este nuevo mecanismo se han puesto fin a los problemas que se originaban fuera y se ha “dignificado” todavía más la labor de este comedor.


“A ellos les da menos apuro y vergüenza esperar fuera, sin contar con el frío que pasaban porque se venían desde muy temprano”, explican. En cualquier caso siempre lo han tenido todo muy bien organizado,  ya que hasta junio repartían el menú del día a las 11.30 horas para llevárselo a casa, preparado o con lo necesario para elaborarlo, y una hora después comenzaban a servirlo in situ las personas sin hogar acuden allí para comer.


En cuanto al perfil de estas familias, las hermanas vienen detectando desde estos últimos años con la crisis que se repite la figura de un padre o madre “de mediana edad”, que se ha ido al paro y el subsidio que le queda apenas les da para pagar a duras penas la hipoteca, si en su caso han tenido la suerte de mantener su casa. “Son gente normal, gente del paro”, precisan. Junto a ellas, también desde hace años acuden personas de edad avanzada que tienen problemas de movilidad y  no pueden prepararse la comida u otros que tienen a hijos y a nietos a su cargo y que no pueden estirar las su pequeña pensión.

Diciembre, el mes en el que más se vuelca Jerez

En este mes los jerezanos en general, así como las empresas y en especial los colegios y las hermandades de la ciudad se vuelvan con el comedor social de El Salvador. Lo hacen a través de donativos y con la celebración de actos a beneficio de este recurso social. En general, las Hijas de la Caridad están contentas porque la gente “es generosa” en Jerez y fuera de esta ciudad -les llegan alimentos desde el extranjero-, aunque convendría que esta predisposición se diera durante todo el año.


De momento, tienen subsistencias garantizadas hasta junio, pero en 2012 hubo un momento en el que se vieron obligadas a pedir porque veían que se quedaban sin existencias para atender a la demanda de personas que a diario comen de este comedor, es decir, casi 900. Aún así, las hermanas no tienen queja y se muestran “orgullosas” del “respeto” y el “cariño” que tienen los ciudadanos en general hacia esta obra social.


Tienen claro que uno de los secretos que explica que El Salvador funcione tan bien y que de repente sin previo aviso una hermandad se presente allí con una enorme olla de berza para más de 60 personas es la “transparencia” con la que ayudan a los más necesitados. “Saben que la comida se da y adónde va. Aquí sí hay transparencia, no como los políticos”, dice Sor Carmen. Mientras tanto, dos pequeños, hijos de un hermano de La Defensión que ha traído la berza recién hecha, observan atentos a una de las hermanas sirviendo chocolate caliente y bizcocho a los demás. “Me gusta traerlos para que vean la realidad que hay en Jerez, que hay personas que no tienen para comer”, señala su padre. “Papá quiero chocolate”, dice uno de ellos, al que invitan a ponerse en la cola.

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