Realmente no sabría decir si es por el albero, por los farolillos de las casetas, por el catavino, por la luz y el color, por ver a mi novia vestida de gitana, por los caballos, por el contraste con las fiestas de ‘prao’ de mi Asturias natal, o por qué. Pero
la Feria de Jerez se ha convertido en un imprescindible en mi calendario desde hace ya más de una década. Vivo, trabajo y disfruto en mi Asturias a diario, pero anualmente tengo una cita con Jerez inalterable.
Cuando era un feriante novato, venía 3 ó 4 días. Disfrutaba el ‘alumbrao’, pero sufría al tener que irme en mitad de este tremendo fiestón o, a la inversa, gozaba del final, pero padecía los primeros días por no poder estar aquí. Ahora no hay tristeza.
Desde hace mucho en mi trabajo saben que esta semana es sagrada. No debo elegir si principio o final, porque ya no es parcial. El disfrute es total en todos los sentidos.
Hay una pregunta que me hacen muy a menudo mis familiares y amigos asturianos: “¿Qué tiene la Feria de Jerez?”, pero
¿cómo le explico yo a un norteño lo que esto significa?, es que hay que estar. Hay que reír, abrazar, besar, bailar, cantar, beber y comer en el parque González Hontoria. Y es que yo tengo una premisa en la vida, uno tiene que ser empírico y si tienes que opinar sobre algo, lo mejor es tener un fundamento basado en tu propia experiencia.
Quizás esta semana sea hiperbólica en mis sentimientos porque no lo viví desde pequeño y fue un descubrimiento de adulto.
A veces lo pienso, ¿sería tan feriante si hubiera nacido aquí? Pero yo creo que sí, conociéndome… y no es exacerbado asegurar que se ha convertido en mi fiesta del año. Aunque si está declarada como Interés Turístico Internacional, por algo será.
Si bien es cierto que la perfección no existe, que he tenido mis resaquitas, que he sufrido con la combinación de albero, viento y lentillas, que he pasado calor, y que blablablá... Son daños colaterales más que compensados.
Para la resaca, Ibuprofeno; para los ojos rojos, cirugía y fuera lentillas; para el calor, rebujito; y para el blablablá, palmitas y a bailar.
Creo que ya sé por qué la Feria es especial para mí, lo es porque mientras he escrito este texto no he dejado de sonreír.