Tan previsible como había anunciado en las vísperas de su paso por las tablas del Teatro Villamarta.
Así fue el Pregón de la Semana Santa de Paco Zurita, que se mostró tal y como es, esto es, cofrade y cristiano de nacimiento, y con dos devociones marianas que le marcan su vida: la Virgen de las Angustias y María Santísima del Desconsuelo, las “dos perlas” que completaron ese rosario de advocaciones marianas con el que finalizó una intervención que basó en una cronología de la Pasión del Señor.
El Pregón de Paco Zurita tuvo también emotivos guiños al pasado de la Semana Santa, con numerosas menciones a cofrades ya desaparecidos gracias a los cuales la Pasión según Jerez es hoy lo que es.
Abrió el acto la Banda Municipal de Música, con la interpretación de la marcha Mater Desolata, de Germán Álvarez-Beigbeder. Después llegaría La Estrella Sublime, de López Farfán, y la presentación del pregonero, que corrió a cargo de su propio hijo, Juan Manuel Zurita, que se refirió a su progenitor como “un padre con mayúsculas”.
Soleá, dame la mano, de Font de Anta, fue el preámbulo a las primeras palabras del pregonero, que se colocó ante el atril de Villamarta un par de minutos después de las doce y media del mediodía.
Fue entonces cuando inició la narración de “la historia de amor más grande que jamás se ha contado”, la de Cristo, un “redentor” que año tras año “vuelve a morirse de amor en Jerez de la Frontera”.
Zurita subrayó la “proeza” que supone “conservar las tradiciones” que se han ido heredando de generación en generación.
El suyo es sin duda alguna un buen ejemplo de ello, ya que a su padre, Santiago Zurita, debe la ciudad el empeño que hizo posible la conservación de la iglesia de San Mateo, un templo que estaba abocado a la ruina y que hoy día presume de salud extraordinaria.
En ese recorrido cronológico de la Pasión siempre pareció estar presente el Señor de las Penas, en cuya mirada elevada al cielo pareció depositar peticiones de todo tipo...
Por las ausencias de las almas afligidas, por los enfermos, por las guerras fraticidas en su nombre, por lo que mueren de frío, por los que niegan a Cristo “y a sí mismos se castigan”, por las mujeres que sufren la violencia o por las niñas mutiladas...
El Pregón tuvo momentos especialmente emotivos, como ese en el que Zurita reivindicó el poder de la oración, testimoniado en una niña, Valle, desahuciada por los médicos antes de nacer y que fue encomendada al Cristo de la Expiración.
También cuando aludió a ese concepto de esperanza al que se agarran quienes no encuentran remedio a los males que le acechan.
Pero hubo además muchos recuerdos a cofrades que ya no están. Manolito el del Huerto y Emilio El Guardia; Diego Romero, Eduardo Pereiras o Fernando Morales; Lete o “el gitano cabal que vendía almendras en la calle Algarve y ahora se las ofrece al Señor del Prendimiento; Luis Álvarez-Beigbeder, ese “cristiano tan bueno” que tras el balcón de su casa de la calle Merced conservaba “el alma de un chiquillo”; Agustín “el pintor” de su barrio de San Mateo y su capataz Diego Gorrión; Nono Merino, El Papi o Antonio Gallardo...
Se reivindicó también el trabajo de los costaleros, pero no ese que acostumbran a hacer bajo las trabajaderas, sino ese otro que habla de generosidad y entrega a los demás, testimoniado en aquella iniciativa que se puso en marcha coincidiendo con el periodo más duro de la pandemia.
Fue el de Paco Zurita un Pregón de nombres propios que en muchos casos acompañaron menciones con imágenes proyectadas sobre un escenario que como no podía ser de otra manera estuvo presidido por la cruz de guía de la Hermandad del Desconsuelo, esa advocación a la que dirigió su última palabra cuando tocó completar ese rosario devocional mariano que remató su oratoria.
Ante esa imagen se bautizó apenas unas horas después de haber nacido un Domingo de Ramos, con el palio ya dispuesto para iniciar su recorrido por las calles de Jerez.
Ante ella recibió su primera comunión y ante ella contrajo matrimonio.
Y ante ella “quisiera estar para rezar un Padrenuestro postrero” cuando el Señor de las Penas le “reclame ante su altar”.
Eran las dos y media de la tarde y justo entonces finalizaba un Pregón que antes de esa mención final a la Virgen del Desconsuelo había recordado cómo su abuela rezaba a la Virgen de las Angustias ese Domingo de Ramos en el que vio sus primeras luces.
El de Paco Zurita fue sin duda el Pregón de un cristiano comprometido, que quiso dejar claro desde un primer momento que todo el protagonismo debía recaer en esos pasajes pasionales que Jerez interpreta a su manera, pero también en aquellas personas gracias a las cuales esta tradición se ha ido traspasando de generación en generación.
Finalizada ya su oratoria, Paco Zurita admitió haberse sentido “muy bien” y “cómodo” ante el atril de Villamarta, si bien reconoció igualmente que a lo largo de su disertación se habían producido quizá “más interrupciones de las previstas” en forma de aplausos.
“He sentido una atenta escucha por parte del público, por lo que creo que al final ha gustado y que el Pregón ha sido aclamado con sinceridad y cariño”, comentó.
Al mismo tiempo, se mostró convencido de que sus padres disfrutaron “muchísimo” desde las butacas en las que fueron acomodados.
El presidente del Consejo local de la Unión de Hermandades, José Manuel García, aseguró por su parte que el ente tenía “confianza” plena en el pregonero dada su “formación”.
Además, no ocultó que en el nombramiento de Paco Zurita también existió cierto deseo de reconocimiento a la figura de su padre, Santiago.
“Queríamos que tuviera la oportunidad de disfrutar en vida de este homenaje. Paco Zurita ha dado el mensaje que tiene que dar un cristiano, que es de luz, esperanza y alegría”, concluyó.
El Pregón se convierte en la antesala de una Semana Santa que ahora ya sí está a la vuelta de la esquina y que en esta ocasión incorpora el añadido del sábado víspera de la Pascua de Resurrección.
Además, uno de los asuntos que suelen preocupar en estos días de vísperas, la meteorología, no muestra de momento riesgo alguno de precipitaciones.