Jesús Soto de Paula, escritor jerezano de la cosecha del 74, ha publicado su sexta obra literaria en 2022, un atrevido libro de aforismos taurinos titulado “Galleando y Belmonteando”, Editorial Libros Canto y Cuento. Y en septiembre vuelve a reeditar, tras varios años sin ejemplares en la calle, su celebrado libro “Torerías y Diabluras”, de la misma editorial, que supuso un punto de inflexión en su obra literaria.
Sus ensayos taurinos destacan primeramente por nacer de la mente y el alma de alguien que ha vivido muy de cerca la tauromaquia clásica, al pertenecer a la estirpe Paula. Sólo por eso sus escritos ya tienen interés, por el privilegio de la vivencia. Pero también hay que destacar el singular lenguaje que Soto de Paula ha ido desarrollando y mejorando desde su primer libro: “De Negro y Azabache: Rafael de Paula”, allá por 2005. Un lenguaje gitano, clásico, bello y profundo, un lenguaje de alguien que observa y lee, y no cualquier cosa, sino obras filosóficas, novelas clásicas y, como no, literatura taurina de cualquier época, destacando los libros de su admirado José Bergamín. Una manera de expresarse que se aprecia no sólo en sus escritos, sino también cuando se conversa con él sobre arte y toros.
LasCosasDeJerez ha mantenido una charla con Jesús Soto de Paula que esperamos lo disfruten y les ayude a conocer mejor su figura y su obra.
¿Qué encuentras en la literatura que no encuentres en la vida?
Puede parecer una utopía pero precisamente encuentro eso mismo… vida. Digamos que a la vida le falta literatura. De alguna manera el arte, pienso, lo crearon los hombres creativos para huir de la realidad, porque se puede morir de realidad, créeme, necesitamos el arte para huir de la realidad.
¿Cómo definirías tu escritura?
Diría que existe un sentimiento trágico en mi literatura, no es algo buscado sino encontrado, es un estado natural, pero es una tragedia bella, no sé si me explico... Hay un algo siempre indescifrable en mi escritura, un más allá, una búsqueda en los adentros, creo que procuro llegar a esos lugares, un tanto desconocidos del alma.
“Revoluciones y Revelaciones Toreras”, Editorial Canto y Cuento (2019) fue su quinta obra literaria. Como suele ser habitual en sus ensayos, teorizó en él sobre diversos aspectos de la tauromaquia, como su teoría que da nombre al libro o la relación de los siete pecados capitales con la tauromaquia, y se acercó a figuras taurinas como el recientemente fallecido Andrés Vázquez, o a Rafael de Paula, recordando su poco conocida etapa cordobesa durante su infancia. El libro cuenta, además, con las ilustraciones del pintor Diego Ramos.
¿Qué es más necesario en la vida, las revoluciones o las revelaciones?
Ambas son necesarias. Me parecen tan necesarios tanto el Cordobés como Paula. Cuando escribí ese libro lo entendí mucho mejor. Y es que no hay mayor revolución que el arte mismo, es lo que yo llamo la revelación. En este sentido, diría que el Gallo, Cagancho, Romero o Paula han sido los mayores revolucionarios de la historia, pero incluso hoy el aficionado (la masa) no se ha enterado de eso, sin duda porque estos toreros se han salido de la propia exigencia que los públicos exigen, ellos le han dado tal transcendencia a la tauromaquia que sólo los que ven más allá se han percatado de eso. El mundo siempre estuvo ciego y sordo ante la genialidad, es un estigma y condena que siempre ha existido en todo genio.
¿Por qué el arte del artista clásico supera los límites del tiempo?
Porque nace de lo sagrado, que es el impulso natural del gran creador. Desde las pinturas rupestres en las cavernas, hasta Caravaggio o Van Gogh por ejemplo, el verdadero creador es fiel a un instinto natural, y es la llamada irrefrenable a desnudar su inspiración, necesita desnudar su alma. Esa fuerza podría ser comparable a la llamada sexual, existe una locura lasciva que no atiende a ninguna razón, sino a una necesidad espiritual y corporal. Naturalmente ese impulso salvaje se debe transformar en obra. Y ese impulso no pertenece a ningún tiempo.
¿La genialidad da tanto como quita al genio?
La genialidad es un tormento… pero a su vez es el tormento más bello del mundo. El genio es un gran atormentado. No sé si da más que quita o al revés, lo que si sé es que la genialidad es muy injusta, es una auténtica hija de puta con el genio.
En tu literatura se aprecia que eres lector y conocedor de la filosofía. ¿Quién es el más torero de todos los filósofos y el más filósofo de todos los toreros?
Sí, suelo leer de todo, pero la filosofía me envenenó especialmente, sí. Los griegos, claro. Todo arte parece nacer de allí, todo arte tiene algo de tragedia griega, de allí viene el pensamiento más evolucionado de Nietzsche, Heidegger, Cioran… y hasta llegar a nuestros Ortega, Unamuno, María Zambrano o Ramón Gaya, pero todos miran a Grecia. Yo encuentro unos paralelismos un tanto extraños pero a su vez muy naturales entre el arte del toreo y la filosofía. Diógenes podría ser Rafael de Paula, por ese absoluto desprecio a lo sobrante, por ese quedarse con la esencia desnuda, ese cierto desprecio por la imposición. Don Juan Belmonte tiene mucho de Sócrates, por ejemplo. Diría que el más torero de los filósofos fue San Juan de la Cruz.
¿Por qué es tan peligrosa la ignorancia? ¿Debería considerarse la ignorancia un pecado capital?
La ignorancia es tan peligrosa porque puede gobernar el mundo, o lo gobierna ya. Es el gran mal de nuestros días, pero no llega a ser un pecado capital, sino un estado natural del ser humano. En este sentido creo que las redes sociales han procurado un devastador suicidio neuronal en el ser humano. Las redes sociales, siendo un instrumento maravilloso de estudio y cultura, son en su mayoría el mayor instrumento de estupidez humana.
Cuando escribes de los toreros de antaño, parece que los hayas visto en muchas tardes de toros. ¿Cómo consigues adentrarte tan bien en un toreo que no has visto?
Bueno, se trata de un enamoramiento, diría. Soy un apasionado del toreo clásico, de la época de oro, José y Juan, en los que me he recreado para mi último libro, “Galleando y Belmonteando”; pero también de Rafael el Gallo, de Sánchez Mejías, de Cagancho, de Curro Puya, Chicuelo, Pepe Luis, Domingo Ortega, Manolete… Creo humildemente que he nacido con el concepto de lo clásico muy definido. Mis vivencias, para bien o para mal, se han basado en una especie de fidelidad a lo puro, pero a su vez existe una inconsciencia en todo ello, porque uno no pretende ser o no ser puro, se es sin más, sin importarte demasiado lo que opinen de ti. Creo que todo ello me ha ayudado a ver con cierta perspectiva a esos toreros. Pero te diré, que naturalmente existe cierta osadía en escribir sobre tiempos no vividos, existe cierto soñar.
Soñemos un poco: ¿Qué le preguntarías a Joselito y a Belmonte?
Uff, a José le preguntaría muchas cosas, pero cosas más humanas que artísticas, diría; a Juan nada… A Juan sólo querría escucharlo, aunque fuese su silencio.
“Galleando y Belmonteando”, Editorial Libros Canto y Cuento (2022), es su sexta obra literaria en un año donde ha continuado colaborando con ABC Sevilla como columnista durante su feria taurina. Los tuiteros que seguimos a Soto de Paula desde hace años sabemos de su capacidad para expresar en 280 caracteres con profundidad un pensamiento, un sentimiento o una emoción. Pero publicar un libro taurino de aforismos son palabras mayores, un acto de creencia en sí mismo y en su capacidad como escritor que osa ir a contracorriente al alejarse de lo convencional, de lo fácil. Pero ya sabemos que este mundo es para los valientes.
Has tenido la valentía de escribir un libro taurino de aforismos. ¿Eso es como encerrarse con seis toros de Miura?
¡Eso es la mayor osadía que he tenido como escritor! Quizás es un error, pero no lo creo. Sé y siento que el aforismo es el género más torero que existe, otra cosa es que no sepan verlo los públicos, pero sé que es lo mejor o de lo mejor que he escrito. Tenía esa intención desde hacía muchos años, escribir entre sentencias y pensamientos cortos, molinetes y trincherazos, son como cuchilladas que se clavan, y caricias que te roban un momento. Es el libro más distinto que he escrito, diría que es el pecado más bello que he escrito, un pecado sin perdón.
Dedicas un capítulo, "Manchurrones y Garabatos", a los pintores. ¿Cuáles han conseguido plasmar mejor el toreo?
No sabría el por qué, pero de toda la vida me he llevado mucho mejor con los pintores que con los escritores. La pintura de siempre me ha fascinado... Velázquez, claro, pero también Goya, Cézzane, Monet y Caravaggio me enamoran. Y sobre el toreo destacaría a don Roberto Domingo, en “Galleando y Belmonteando” escribí que es el antes y después de la pintura taurina. Pero ahí están Romero Ressendi, Zuloaga, y hasta llegar a Diego Ramos, que a mi gusto es el mejor actualmente. Con Diego me une una amistad y un modo de sentir el arte. Le invité para mi libro “Revoluciones y Revelaciones Toreras”, y él me invitó para su libro “Rafael de Paula visto por Diego Ramos”.
¿Qué tiene que tener un torero para que tenga "halo literario"?
Alma… todo y sólo eso… alma.
“Torerías y Diabluras” fue su vuelta a la literatura taurina tras un parón, allá por 2016. Supuso un cambio de editorial y una apuesta por un libro muy personal de principio a fin. Tanto, que desde entonces él es quien idea el diseño de la portada y la contraportada, así como el estilo del interior, las fotografías o pinturas que lo acompañan, etc. Un largo alumbramiento para ofrecer a sus lectores la mejor obra posible, para que lo externo invite a entrar en el texto, para que tener el libro en sus manos y leerlo sea una experiencia completa. En septiembre de 2022 se reedita de nuevo, esta vez en tapa dura, con un capítulo nuevo y algunos capítulos aumentados.
¿Qué supuso la escritura de "Torerías y Diabluras" en tu vida literaria?
Pues diría que un antes y un después. Hasta entonces creo que me andaba buscando, a veces con torpeza y errores. Creo que en “Entre Clamores y Espantás” ya se vislumbra una intención, una carne en la palabra que se hace ya espíritu en “Torerías y Diabluras”, y a partir de ese libro ya me encontré totalmente, ese desnudarse… ese no sé qué. Ahora lo he reeditado en una edición más especial y exclusiva, pero no ha sido una iniciativa mía, sino de una fundación, Primafrio, que ha querido apoyar mi literatura, y gracias a su presidente, que me ha ayudado, sin él esto no hubiera sucedido. Me gusta mucho, porque se da la oportunidad de conocer mi humilde obra a más gente, pues mis libros andaban ya hace varios años agotados.
¿Por qué el diablo (o Luzbel, como te gusta llamarlo) está tan presente en tu obra literaria?
No es algo pretendido, ¿debiera preocuparme? Sé, que de alguna manera, el diablo, como Dios, existe en todo arte, así como en la vida. En realidad es algo más natural y sencillo de lo que pueda parecer. Creo que todo se reduce en un aforismo de “Galleando y Belmonteando” que dice que: “He llegado a contemplar que el arte se humaniza para que así Dios y el demonio nos hablen a través del Espíritu Santo del creador”.
En el libro dedicas varias páginas a tu abuelo Bernardo Muñoz, "Carnicerito de Málaga". Y en esta reedición incluyes un poema sobre él. ¿Cómo definirías su persona en un aforismo?
En esta nueva edición de “Torerías y Diabluras” he incorporado curiosidades suyas, porque he ido recopilando ciertas anécdotas y vi apropiado incorporarlas Y sí, un poema dedicado a él, un tanto diablesco, diría.
“Bernardo Muñoz es la picaresca torera, porque en el toreo se precisa de cierta picardía, la de la torería”.
¿Qué te gustaría que aportasen tus libros a los aficionados lectores?
No sabría decirte, no lo había pensado. Creo que la curiosidad de ver el toreo con otros ojos y oídos, sólo eso… un misterio ¿No? Ver al toreo con otros ojos y oídos.