Reconozco que entonar hoy un “volver a ser lo que fuimos” no es muy halagüeño, suena a lugar visitado y poco evocador. El trago amargo del Colce nos ha herido el orgullo y ha cercenado una vía de desarrollo. Pero hay más lecturas de esta penosa experiencia. Lo primero es que al herir ese amor propio nos ha demostrado que lo tenemos, cosa a veces dudosa. Nos hemos expresado con una voz alta, contundente, responsable, e independientemente de si la han oído fuera, sí nos ha marcado dentro, reconciliándonos con nosotros mismos porque nos hemos reconocido como una sociedad que se mueve y se reivindica.
Nos ha revelado cuál es nuestra posición respecto a los centros de decisión, por si había dudas. Nos ha dejado claro que ocupar espacios de poder no es anecdótico. Es probable que la vicepresidenta primera ni siquiera fuera consciente de nuestra existencia cuando ejerció su influencia, lo que es más hiriente si cabe. Sí era buena conocedora de nuestras circunstancias la ministra de Defensa que usó como excusa para no ser seleccionados nuestra escasez de infraestructuras. Como no tienes, no te doy. También hay algún indicio, y personalmente pocas dudas, de que para los militares Jaén no era elegible. Son personas normales, tienen hijos, quieren reunirse con sus familiares y disfrutar de su tiempo libre. Sus preferencias correrían más paralelas al AVE. Eso no debe ofuscarnos más que ese jiennense acomodado que presume de consumir preferentemente en el Nevada granadino.
Con respecto al Parlamento Andaluz que votó unánimemente por la candidatura jiennense, ¿fue un mero trámite protocolario?, ¿cómo explicarán los parlamentarios cordobeses a sus electores su apoyo a Jaén? No ha querido la Providencia concedernos la curiosa escena de la PNL que no dio tiempo a presentar y que respaldaba a Córdoba. La conclusión es que un apoyo unánime del Parlamento es como una bendición para un ateo, se agradece, pero no hace falta.
En cuanto al Gobierno autonómico, se metió en un laberinto cuando apoyó a las dos ciudades. No había forma de salir indemne. Cualquier cosa que dijera sería usada en su contra. En los últimos gobiernos regionales la presencia de jiennenses ha ido reduciéndose hasta su desaparición. En otros tiempos existía la norma no escrita de la cuota provincial. Es cierto que Jaén estuvo sobrerrepresentada durante un tiempo atesorando mucho poder. Dirán algunos que no nos sirvió de mucho. Se podría responder: imagínate que no hubiéramos estado dopados. Pero en los últimos ocho años el PIB y la demografía han puesto sus atributos sobre la mesa. Y en ese juego Jaén no tiene nada que ganar. Sevilla y Málaga copan y coparán el poder.
En un estado social y de derecho es una obligación política y moral de los gobiernos corregir desequilibrios territoriales, atendiendo a las necesidades de todos, propiciando el desarrollo y la convergencia de toda la nación. Y en ese punto los Gobiernos nacional y autonómico han fracasado en este envite. Unos provocando una competición absurda entre territorios y resolviéndola de forma cutre. Otros no protegiendo a su parte más desfavorecida. Era obligado para la Junta defender a Jaén frente a Córdoba, como tendría que defender a Córdoba frente a Málaga. Sin ambages, sin excusas ni disculpas. Qué más quisiera yo que Jaén fuera locomotora y no necesitara ayuda. Pero no es así. Ya no se trata de acabar autovías, de reponer tranvías o mejorar conexiones en tren. Eso se llama simplemente gestión de infraestructuras. Ahora hablamos de invertir tendencias que nos abocan a un callejón sin salida, sin población y sin futuro. Hablamos de actuaciones que cambian el entorno socioeconómico por mucho tiempo. Eso es el Colce. Un punto de inflexión y también, para nosotros desde ahora, una unidad de medida de inversión estratégica (1 Colce= 350 millones de euros y 1.600 puestos de trabajo durante 50 años). Y Jaén debe exigir tres, o sea 1.000 millones y 5.000 empleos en los próximos cinco años. Por supuesto uno de ellos para Linares, porque es obligatorio apoyar a la posible primera ciudad fallida de España, porque nadie puede quedar atrás.
El debate que plantear es muy simple, y hay que hacerlo de forma fría e inteligente. O se gobierna mirando a Jaén o Jaén se gobierna a sí misma. O se cumple con la obligación moral de gobernar ayudando a los descolgados o se impone como obligación legal en el Estatuto andaluz. Esto no va de sentimientos de pertenencia que la realidad desmiente, no va de apegos a colores o acentos, esto va de ser, de existir. Esto va de aplicaciones presupuestarias. Si Jaén es Andalucía, Andalucía tiene que ser Jaén y demostrarlo. No hay límites en un debate sobre lo mucho que nos jugamos y con serenidad debemos mirar incluso hacia nuevos caminos. No solo tenemos el derecho a protestar, exigir, reflexionar, debatir y decidir, es que tenemos la obligación de hacerlo si queremos cambiar las cosas. Y además suscitaremos en el proceso la solidaridad de otros territorios. Si el rico se rebela es mezquino, si lo hace el pobre, es digno.
Reconozco que entonar hoy un “Jaén, levántate brava” resulta más inspirador.