Rodrigo Ruiz Bardallo
Este incansable corredor de ultrafondo, de 59 años, empezó a trabajar en el sector sanitario en 1984 en el Hospital de Riotinto, pasó al Infanta Elena de Huelva como celador y luego fue encargado de celadores del Hospital Vázquez Díaz y también del Juan Ramón Jiménez, donde ahora hace tareas administrativas en Anestesiología.
"No me considero sanitario, pero trabajo en el sector y aquí todo el mundo es importante en su función. Todos nos necesitamos a todos y en esta pandemia hay que valorar a médicos, profesionales de enfermería, auxiliares, celadores, administrativos, personal de limpieza...", declaró.
Además de su experiencia, tiene la información que le aporta su mujer, enfermera, sobre la situación que viven muchos sanitarios contra el virus. "Dice que, cuando esto termine, la mayoría del personal sanitario va a necesitar un psicólogo, porque esta lucha te deja muy afectado", indicó este onubense nacido en Beas.
Explicó que los pacientes llegan solos, "no tienen a nadie y así permanecen en la habitación", una situación que sume a los enfermos en un profundo desánimo y que hace a los sanitarios sentirse familiares de todos, pues "lo sufren", "da una pena horrorosa" y, por ello, cada recuperación supone una gran alegría.
Este embajador de la Fundación Donando Vidas también acumula décadas de tránsito por todo tipo de carreras y desafíos, siempre que cada zancada genere ayuda, y nunca imaginó que su hogar, el lugar de descanso tras horas de trote en sus aventuras, acabaría siendo también el circuito que más iban a besar sus zapatillas.
Su piso es amplio, lo que le ha permitido dibujar mentalmente la pista a seguir para dar continuidad a sus retos solidarios.
Formada por 70 metros y muchos giros, ahora es el marco de sus carreras domésticas para ser uno de los 10.000 participantes que, junto a su mujer y su hija de 15 años, han pagado su inscripción para sumar en el reto de Bomberos Sin Fronteras de recaudación de fondos para dotar de material sanitario a distintos centros.
"No sé vivir sin retos ni siquiera en confinamiento", admitió a Efe Rodrigo, quien, al principio, subía y bajaba las escaleras de las cinco plantas de su edificio, pero, advertido por un amigo de que el tránsito por zonas comunes también estaba prohibido, se reinventó y creó en su hogar el 'circuito COVID-19'.
Lo recorre infinidad de veces para no perder la forma, además de que "psicológicamente viene superbien, y más si estás colaborando".
"Yo llevo la solidaridad dentro y, aparte de los retos por la donación de órganos, me sumo a carreras benéficas y me gusta participar, y más en éste (de Bomberos Sin Fronteras) al estar trabajando en la sanidad y con la falta de material que hay", dijo.
Fuera de casa cambia la indumentaria deportiva por la que lleva en el hospital, donde, protegido con mascarilla y guantes, se mueve "poco por las zonas de hospitalización y urgencias", va "más a los quirófanos a recoger documentación", aunque habla "con mucha gente".
"Parece un hospital desierto porque está muy restringida la entrada y sólo hay sanitarios y ningún usuario por los pasillos", señaló Rodrigo, aunque en las dos plantas del Juan Ramón Jiménez donde hay pacientes con coronavirus el paisaje es muy distinto.
En ese "desierto", los oasis son los intercambios de palabras que humanizan el ambiente, aunque a veces portan malas noticias y otras buenas, y añadió que "hay compañeros que se han infectado" y "lo han pasado regular, pero, en cuanto han podido, han vuelto a trabajar.