Para algunos españoles residentes en China, la crisis del coronavirus está empezando a ser su particular día de la marmota. Vivieron allí el inicio del brote, volvieron a su país y ahora, confinados de nuevo, ni siquiera tienen claro cuándo podrán volver al país asiático para seguir con sus vidas y trabajos.
A principios de marzo -esa fecha ahora tan aparentemente lejana- quien suscribe estas líneas llevaba ya dos meses dedicado casi única y exclusivamente a cubrir el brote del coronavirus en China y, ante la aparente mejoría de los datos oficiales en el país asiático, soñaba con algo muy sencillo: volver a España.
Solo iban a ser un par de semanas, el tiempo justo para poder disfrutar de la compañía de la familia -sabias palabras las de mi padre, que se despidió de mí en la última visita con un ahora profético "Cuídate, que la salud es lo primero"- y para relajarme junto a mis amigos antes de volver a Pekín, entonces el principal frente periodístico de batalla.
En este caso, a la declaración del estado de alarma se sumó otro instrumento legal: el del destino, que tiró de la ley de Murphy. Tras mes y medio de encierro en China y menos de una semana de 'libertad' en España, llegó el confinamiento de nuevo. En Ceuta, totalmente aislada por el cierre de fronteras y la suspensión de ferris y helicópteros. Tampoco serían útiles, pues Pekín prohibió la entrada de extranjeros al país.
Sin embargo, no es esta la única historia de españoles afincados en China que se han visto atrapados en su propio país. Efe pudo hablar con algunos de ellos.
"SALIR DE UNA BURBUJA PARA ENTRAR EN OTRA"
Hace semanas que Michel Bega se incorporó a su nueva plaza de profesor en el Instituto Cervantes de Shanghái, pero no ha podido dar ni una clase en persona. Llegó a España a mediados de febrero para firmar su contrato y, cuando iba a volver a China, se vio obligado a volver a casa de sus padres, en Las Palmas de Gran Canaria, al decretar el Gobierno el estado de alarma.
Así pues, se ha visto obligado a empezar a impartir sus clases en Shanghái a una distancia de casi 12.000 kilómetros y una diferencia de siete horas que sortea gracias a un horario adaptado: "Durante mi jornada, ya ha pasado medio día en China. Cuando me levanto, la jornada laboral de algún compañero incluso ha terminado ya. Te pierdes muchas cosas", cuenta a Efe.
Al mismo tiempo, María Miret e Inés Suanzes, una pareja de profesoras de un colegio internacional de Pekín, están atrapadas en Valencia, donde han tenido que alquilar un apartamento ante este largo confinamiento.
Ambas pasaron las vacaciones del Año Nuevo chino, a finales de enero, en Vietnam. Al ver que la reanudación de las clases se posponía por la epidemia decidieron volver a España para lo que, como mucho, iban a ser "tres semanas o un mes".
En su caso, también han podido seguir teletrabajando con horarios adaptados excepto en "cosas muy puntuales" como alguna reunión a la que han de conectarse a las 3 de la madrugada hora española (9 de la mañana en China).
"Para nada pensaba que esto iba a pasar -recuerda Michel-. Ha sido como salir de una burbuja para entrar en otra".
ENSEÑANZAS ENTRE LA INCERTIDUMBRE
No hay mal que por bien no venga: para Inés, la enseñanza es "aprender a parar un poco" porque "no pasa nada por tener una vida un poco más tranquila". Para María, es "no hacer muchos planes a largo plazo": "Nuestra situación ha cambiado continuamente, hemos hecho y deshecho la maleta con ganas de irnos a Pekín muchas veces y a última hora no hemos podido irnos".
Michel también cree que el encierro le está sirviendo para "apreciar cosas que no apreciabas antes", como pasar más tiempo con sus padres, aunque eso no evita que se sienta "encerrado".
Y es que, debido al confinamiento, no puede ver a los amigos a los que quería visitar en España y, sobre todo, no sabe cuándo llegará ese "día de la liberación" en el que pueda volver a China, donde se quedó su mujer, junto a la que vivió los primeros días de aislamiento -menos estricto que en España, eso sí- en Pekín.
"Lo que peor llevo es la incertidumbre, el hecho de no saber cuándo va a terminar. La sensación es un poco de desesperación", cuenta desde su casa de Las Palmas, de donde cree que podrá marcharse en poco más de un mes: "Confío en que a mediados de mayo pueda ir".
"Preferiría estar en China -confiesa-, sobre todo porque en la zona a la que voy, Shanghái, se está saliendo de esa cuarentena y, por lo visto, se está volviendo poco a poco a la normalidad".
"ESTO SE ESTA PONIENDO FEO, VÁMONOS A CASA"
Para María, Pekín es su casa: "Si hubiéramos sabido que esto iba a ser así, hubiéramos intentado irnos a Pekín", explica.
De hecho, intentaron volver pero cuando faltaban solo tres horas para que viajasen a Madrid para tomar un avión a mediados de marzo la directora de su centro les pidió que no lo hicieran ante la incertidumbre por las nuevas reglas de cuarentena para extranjeros.
"Dijimos: 'Esto se está poniendo feo, vámonos a casa'. (...) Pero no se quedaban tranquilos mandándonos sin saber dónde nos iban a meter. Cambiamos el billete, esperamos a que nos dieran instrucciones y... esperando, nos cerraron el país", recuerda Inés.
Esta madrileña y su pareja teletrabajarán hasta que les permitan regresar, algo sobre lo que son menos optimistas que Michel: su año escolar termina el 12 de junio y no creen que antes de finales de ese mes lleguen a Pekín.
A la incertidumbre se suman otros problemas: "Están intentando mandarnos el salario a nuestros países. Tenemos el dinero en China y no podemos transferirlo ni sacarlo aquí" por los estrictos controles chinos para evitar fugas de capitales.
¿QUÉ HAY DESPUÉS DEL CORONAVIRUS?
Los tres entrevistados por Efe vivieron la respuesta inicial contra el virus de China y, posteriormente, la de su país. "Aquí nadie se lo tomaba en serio al principio", lamenta Inés.
"España se ha dejado un poquito -afirma Michel-. Creo que podían haber actuado un poco antes, pero quizá pensaron en su momento que no iba a ser tan grave".
"Hemos pasado de un 'no pasa nada' a estar 24 horas confinados en casa. Era algo que se veía venir", dice María, que pronostica medidas en España como las que se siguen tomando en China: obligación de llevar mascarillas y tomas de temperatura al entrar en cualquier sitio.
"No es cosa de uno o dos meses. Vamos a tardar mucho en volver a tener una vida como la que teníamos antes de que pasara esto", advierte la valenciana, que no cree que el mundo recupere la normalidad "hasta por lo menos, diciembre".
Pero la ilusión no se pierde: todos planean ya qué hacer cuando termine la cuarentena. Michel saldrá a la calle para ver a familiares y amigos en España, antes de volver a China para poder volver a ver a su esposa: "No tengo grandes expectativas, solo cosas cotidianas que quiero volver a hacer".
Inés también quiere volver a disfrutar de los placeres sencillos: "Simplemente salir y pasear. Tenemos playa cerca, que me dé el aire... es lo que más echo de menos". María, por su parte, se centra en su intención de retomar las clases de mandarín a su regreso a China.
¿Y qué hay después de todo esto? Inés tira de ironía y, al menos, se lo toma con humor: "Tenemos pasaporte español con visado chino. Vamos a estar vetados en el mundo entero".
España
Atrapados en su propio país: españoles que no pueden volver a China
Vivieron allí el inicio del brote, volvieron a su país y ahora, confinados de nuevo, ni siquiera tienen claro cuándo podrán volver al país asiático
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