“Que a Cai no le llaman Cai que le llaman relicario porque tiene por patrona a la Virgen del Rosario”, dicen unas alegrías. A Cádiz se le ha piropeado hasta la saciedad, probablemente no haya en esta piel de toro una ciudad a la que se le hayan dedicado más calificativos. Desde “Tacita de Plata hasta Novia del Mar, pasando Barco anclado en Tierra, Pañuelo que despide a los navegantes y por el vulgarismo de Tacita de placas”. En la actualidad a esta señora tan mayor que tiene más de tres mil años, sus habitantes le han cogido confianza y le llaman Cai, con lo que no tienen que hacer esfuerzos ni para articular su nombre.
Lo cierto es, que desde la antigüedad se le ha dado distintas denominaciones. El más primitivo parece el de “Archipiélago de las Gadeiras”, conjunto de islas que se extendían por la actual Bahía de Cádiz. Entre ellas podemos destacar las islas de Erytheia y Kotinoussa, de cuya unión se formó la actual isla de Cádiz y que ya se encuentra también unida a San Fernando a la altura de Río Arillo, hoy convertido en un caño mareal. Esta última población, San Fernando, pudo haber sido en aquellos tiempos la isla de Cimbis, aunque no existe acuerdo entre los arqueólogos, y algunos identifican Cimbis con Chiclana de la Frontera o algún otro punto de la zona.
Cuando Fray Jerónimo de la Concepción conoció la grandeza de las Gadeiras, la mitología que la sustentaba y que Hércules puso cerca de ella El non plus ultra, le dedicó su obra Cádiz, Emporio del Orbe. Lo que ocurre es que exageró un poco porque Cádiz había sido el ombligo de la Historia de España, quizás de ahí viene el actual ombliguismo de su sociedad. Fray Jerónimo llegó mucho más lejos ya que llegó a afirmar que el gaditano Pefasmeno inventó el ariete y que los Reyes Magos partieron de nuestra ciudad camino de Belén, Jesucristo descendía de gaditanos y el descubrimiento de América se debe a los habitantes de la localidad. Sólo le faltó decir aquello de que el continente está separado de Cádiz por el río Arillo, que no es un río sino una ría. El polígrafo Juan Bautista de Salazar que piropeo a la localidad por la misma época no llegó a tanto.
Los fenicios le llamaron a esta isla Gadir que viene a ser como castillo o recinto amurallado, la verdad es que se ha tirado sus tres mil años construyendo y derribando sus murallas y que nuestros fenicios escribían sin las vocales (Gdr). El único problema es que los arqueólogos, todavía no la han encontrado así que hay que animarlos a seguir excavando porque “Esto es Cádiz y aquí hay que excavar”. Mientras tanto Gadir no pasa de ser un mito de la antigüedad. Después los griegos le llamaron Gadeira y los romanos, por no ser menos, Gades, de esta denominación si que tenemos constancia además los romanos se aprovecharon de nuestras salazones, se llevaron el Garum y colocaron a muchas gaditanas en sus orgías como hetairas. Los musulmanes no fueron muy originales para denominar a la ciudad simplemente transformaron Gades en Qadix o Qadis.
Durante el descubrimiento de América se convirtió en el puerto desde donde partieron algunos descubridores como Colón y Américo Vespucio. En el siglo XIX, coincide con su mayor época de esplendor, Ramón Solís así nos lo cuenta con su Cádiz de las Cortes y nos describe como se hizo la primera la primera Constitución de España en 1812, más conocida como la Constitución de Cádiz.
Todavía se le sigue dedicando calificativos como: “Cuna de la libertad, ciudad constitucional” y los derrotistas “capital del paro”. De todo hay en esta tierra, pero lo que más pasión despierta es su Cádiz que juega en Segunda B, pero con una afición de primera. Ahora también se le quiere nombrar Capital del Carnaval por aquello que el folclore se ha convertido en una seña más de la ciudad.
Hasta pronto gadiritanos.