Comienza el llamado “curso político” como terminó. El Partido Popular desea -y hace todo lo posible- para lograr un rápido fin de la legislatura. Es su objetivo desde que se repitieron las elecciones -tras las de abril- en noviembre de 2019. El PP logró -por la torpe repetición electoral de aquel año de bloqueo político- subir de 66 a 89 diputados, cuando venía de perder anteriormente 71 escaños, lastrado por los casos de corrupción. El PSOE confía - y también está claramente decidido- en llegar hasta final de 2023 o incluso hasta el comienzo de 2024, con los plazos legales que permite la ley electoral.
Son dos estrategias que hace aumentar la crispación política y que imposibilita cualquier acuerdo político de fondo. Desde la renovación de los órganos constitucionales a la evacuación de Afganistán, del apoyo o boicot a los imponentes fondos europeos al regreso de los menores marroquíes de Ceuta, todo se convierte en un campo de batalla -afortunadamente incruento- que deviene en una refriega sin sentido para la mayoría estupefacta de los ciudadanos. Éstos vienen machacados de año y medio de pandemia y están preocupados por la recuperación de los empleos, las actualizaciones salariales, el abusivo precio de la luz, el futuro de los jóvenes, la subida de los alquileres y la mejora de los servios sanitarios, entra otras realidades que afectan a la calidad de vida de las familias.
¿Qué estrategia resultará ganadora? El PP entendió que los indultos a los presos catalanes era el fin de la historia pero no ha pasado de representar sino la terminación del lloriqueo del victimismo independentista. Las elecciones catalanas dieron la razón al gobierno y las de Madrid, en las postrimerías de la pandemia, al Partido Popular. El siguiente rentoy -tras el fiasco popular de dificultar la llegada los fondos europeos- ha consistido en judicializar -con la ayuda de Vox- cualquier iniciativa de la vida política. El PSOE sabe que la recuperación económica es imparable -una vez contenida la pandemia- y en el frontispicio de la acción del gobierno -reiterada solemnemente por Pedro Sánchez en la Casa de América ayer- se sitúa la pretensión de “una recuperación justa”. Es una declarada entronización de la socialdemocracia, contra los mensajes neoliberales que fueron los ganadores de la crisis de 2008. Ahora se pretende lo contrario. A ello apuesta el gobierno su futuro triunfo.