No. El ascenso de Vox y el hundimiento de Ciudadanos y Partido Popular hacen del todo improbable, por no decir que imposible, el adelanto electoral de las elecciones autonómicas andaluzas, por lo sumamente arriesgado de esa iniciativa. Se jugaría con la hipótesis de coger desprevenido al PSOE de Andalucía con la posibilidad que comportaría aprovechar la implementación de la próxima campaña masiva de vacunación, sacar rentabilidad a la figura del presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, y extraer provecho de la controversia interna socialista por no haber despejado su liderazgo en Andalucía.
La victoria de Salvador Illa, sorprendente e inesperado candidato socialista por iniciativa de Miquel Iceta y Pedro Sánchez, cambiando al ministro de Sanidad en plena pandemia, ha resultado todo un éxito. Lo normal es que la victoria socialista no se traduzca ahora en la asunción por Illa de la presidencia de la Generalidad. Son las paradojas de las elecciones. Tiene más opciones Pere Aragonés, de Esquerra Republicana, por el avance parlamentario de los independentistas. Pero tendrán que ponerse de acuerdo y, para ello, necesitan tres patas: Junqueras, Puigdemont y la CUP. No será fácil. Los independentistas no deberían lanzar las campanas al vuelo porque les ha ayudado el desigual sistema electoral, que premia a Lérida y Gerona, y toca destacar que la baja participación comporta que no alcanzan el 30% del censo electoral, a pesar de superar por los pelos el 50% de los votos. Illa ha logrado una victoria insuficiente y los soberanistas, sin Barcelona y su Área Metropolitana, tienen que ser extraordinariamente cautos en reeditar sus fracasadas políticas de desconexión con el resto de España. La prudencia aconseja no correr.
Entre los efectos a considerar de los resultados catalanes está el desastre electoral de los dos socios del gobierno andaluz. Ciudadanos ha perdido treinta escaños y el PP sólo uno pero estará como único partido del Grupo Mixto del parlamento. Una catástrofe. Pero también la traslación de resultados catalanes a otros territorios es una enorme equivocación, porque cada comunidad autónoma tiene su propia dinámica electoral. Precaución por todas partes, por tanto. Mejor la prudencia de conservar el gobierno que el aventurerismo de jugárselo por intereses de revancha de un capitidisminuido Pablo Casado y con Bárcenas en todos los telediarios. Al desastre vasco suma el catalán. Casado y Abascal seguirán la pelea. Arrimadas, descartada.