Cuando Edward Snowden (Joseph Gordon-Levitt) convirtió en irrevocable su decisión de informar al resto del mundo de cómo funcionaba el espionaje moderno estadounidense, debió sentirse como David enfrentándose a Goliat, solo que su pequeña voz, lúcida y crítica, no intentaba derrocar la supremacía de la colosal potencia mundial, sino recuperar los principios de libertad ciudadana que, enterrados bajo la huella de terror que dejó el 11-S, había olvidado su país.
Oliver Stone, uno de esos directores a los que no le tiembla el pulso a la hora de narrar lenguarazmente las lacras de su nación, denuncia con atrevimiento la tremenda convicción con la que el gobierno de EEUU presupone la seguridad del pueblo norteamericano en la pérdida de libertad del mismo, y cómo la materialización de esta idea arrastra a Snowden hasta encontrarse frente al inabarcable abismo de injusticias e inmoralidades que conlleva su trabajo, para luego acabar tomando una de las decisiones más difíciles y valientes que un hombre ha tomado a lo largo de nuestra historia reciente.
Partiendo de mi ingenuidad (sorprendentemente no había visto ninguna película de Oliver Stone hasta el momento) debo decir que he percibido retazos de esa intensidad que, como decía Laurent Tirard en sus Lecciones de Cine, caracterizaba la obra del director estadounidense en sus inicios, sobre todo en el potente abanico de recursos visuales que emplea Stone para abarcar las diferentes etapas y situaciones por las que pasa el personaje de Edward Snowden: densos granulados, distorsiones de luz, arriesgados movimientos de cámara, primerísimos planos, multiplicidad de enfoques, inclusión de material real, etc.
Ahora bien, "Snowden" tropieza estrepitosamente como thriller y se acerca más al drama biográfico de la reciente Steve Jobs (2015), claro que ni Oliver Stone ni Kieran Fitzgerald son Aaron Sorkin, por lo que el guion no aprovecha el magnetismo intrínseco que debería rezumar la historia de espionaje que hay tras el personaje de Snowden y termina pecando de tosco, arbitrario y sentimental.
Aun así, como complemento ficcional del oscarizado documental Citizenfour (2014), de Laura Poitras, Snowden resulta ideal para adentrarse en la historia personal del espía que se atrevió a denunciar los abusos que comenzaban a devorar la privacidad de nuestro mundo, aportando además aspectos inexplorados hasta el momento, como el peso que tuvo Lindsay Mills (Shailene Woodley), pareja de Snowden, en la decisión final de su pareja. Esperemos que el cine, más allá de la calidad y el entretenimiento que pueda llegar a ofrecernos, siga sirviendo de altavoz a todas esas voces que lo sacrifican absolutamente todo con tal de gritarnos la verdad.
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