Conmovidos es muy poco para expresar el sentimiento que envolvió a los oyentes de la Cadena SER cuando escucharon a Carles Francino relatando sus 47 días de coronavirus en directo. Ha sido un fenómeno de masas cuando ha sido reproducida su intervención en todas las televisiones: “Las pasé canutas, sobre todo durante 48 horas en las que los indicadores eran malos, incluido un ictus del que, afortunadamente, parece que no me ha quedado ninguna secuela. Perdí 6 o 7 kilos, masa muscular, además perdí la voz, no es que tenga mucha pero la poca que tengo la perdí. Pero, bueno, yo he salido.”
Paulo Coelho, el escritor brasileño con 45 millones de seguidores en Twitter y Facebook, 320 millones de ejemplares vendidos en 170 países, lo puso en las redes sociales porque está aterrorizado por su país -Brasil- cuyo presidente ha sido un negacionista declarado y lo ha llevado a una verdadera catástrofe humanitaria. Sus libros han sido quemados en publico por los partidarios de Bolsonaro. Tanto furor desata la negación de lo evidente. Sólo necesitarían contar sus muertos para pasar a la realidad.
Su caso viene tras otro investigador periodístico, el argentino Ernesto Elkaizer, postrado meses por el coronavirus. “Contraje el virus hacia el 19 de septiembre. La neumonía bilateral arrasó los pulmones. Tuvieron que ordenar ponerme en coma inducido (Intubarme). Mi buena salud y la experiencia de médicos y enfermeras de la Fundación Jiménez Díaz hizo el milagro. Me recupero en la UVI”, escribía en octubre pasado el perspicaz periodista.
Otros no pudieron contarlo como el más que entrañable José María Calleja, azote de lerdos y de simples, siempre entendiendo la complejidad de los temas difíciles de explicar, como el de los atentados y las víctimas de ETA, entre las que él mismo se encontraba, como amenazado. El periodista deportivo, ídolo del cadismo, Theo Vargas, tampoco lo podrá contar. "Sin mi voz y sin poder andar”, aguantó lo que pudo acompañado de los que más lo querían. Este año, que no hay en el fútbol gaditano “el calvario de decepciones” de Manolo Santander, por la buena marcha de su adorado Cadiz, él tampoco lo podrá compartir con sus innumerables oyentes.
La partida de irresponsables que han inundado las plazas españolas -jaleados por la proclama de libertad para infectar- que se acuerden de ellos.