Abengoa está viva, pero sus constantes vitales son aún extremadamente débiles. Una vez hecha efectiva la llegada la semana pasada de los 1.170 millones del rescate que evitan su quiebra tras perder 8.800 millones entre 2015 y 2016, el grupo hoy controlado por bancos y fondos de inversión y presidido por Gonzalo Urquijo
tiene ante sí una complejísima tarea para lograr sobrevivir en el medio plazo.
En primer lugar, y como tareas más urgentes, la compañía tiene que vender lo antes posible el 41% que sigue controlando en su filial estrella, Atlantica Yield. Esta es la empresa a la que la antigua cúpula de Abengoa, presidida por Felipe Benjumea, derivó los mejores activos de la empresa en 2014 antes del estallido de su crisis un año después. Tras descapitalizar Abengoa sacando sus joyas de la corona a la Yield, Benjumea la sacó posteriormente a Bolsa.
Ahora, la empresa pretende vender ese porcentaje antes de verano. Con él
prevé obtener en torno a 800 millones de euros -a tenor del valor en bolsa de Yield el pasado viernes- con los que repagar cuanto antes la mayor parte de la nueva deuda que forma parte del rescate de esos 1.170 millones. Esa nueva deuda lleva aparejados intereses del 25% anual.
A medio plazo, el reto clave es cómo convertirse en lo que lleva año y medio diciendo que se va a convertir: una empresa de pura ingeniería y construcción industrial (una empresa EPC, en el argot del sector). En este tipo de negocio, los márgenes con suerte son de entre el 6% y el 8%. Abengoa
tiene que demostrar además que es capaz de ganar dinero con el negocio de ingeniería y construcción industrial, porque es en este segmento donde se encontraban ocultas pérdidas de miles de millones de euros arrastradas desde hace años y que han sido parte fundamental del agujero de 8.800 millones generado en los dos últimos años. Lo excepcional es que Abengoa ganara dinero haciendo construcción industrial: ahora será ineludible conseguirlo.
Para abordar esta reconversión a pura EPC, además de poner la rentabilidad en el frontispicio, será necesario recortar aún más los gastos. Estimaciones internas señalan que deberían ser un tercio de los actuales, lo que supondría más ajustes de plantilla.
La sede central de Palmas Altas, donde la empresa va a pasar a ocupar sólo dos edificios, tendrá que abandonarse por impago de la hipoteca de casi 80 millones. Caixabank, uno de los bancos que la concedió, es quien está buscando inquilinos para los siete edificios, ya que a la salida de Abengoa se sumará entre este año y el próximo la de la universidad Loyola, que se mudará a su nuevo campus en Dos Hermanas.
¿Mudanza a Torre Sevilla?
En Palmas Altas hay unos 1.300 empleados. La mudanza podría ser a la antigua sede de Buahira (un barrio de Sevilla), que precisaría de unos 4 millones para acondicionarla tras casi una década cerrada y sin uso. Otra opción sería llevar a los empleados a Torre Sevilla, también propiedad de Caixabank.
En cuanto a proveedores, una deuda pendiente de unos 3.000 millones sigue pendiente de pago. Los suministradores, muchos de los cuales han ido a concurso o están en liquidación especialmente pymes, tendrán que afrontar nuevas quitas adicionales a las que ya aceptaron el año pasado para poder cobrar algo de lo que se les adeuda.
Respecto a los avales para lograr ese nuevo negocio rentable, son sólo unos 300 millones. La empresa debe buscar, para maximizarlos, acudir con socios a proyectos y que sean estos quienes cubran toda o la mayoría de esas garantías financieras.
Tensión con el jefe de la Yield, Seage
La relación entre el presidente de Abengoa, Gonzalo Urquijo, y Santiago Seage, exconsejero delegado de Abengoa durante seis meses justo antes de la entrada en concurso de la empresa, y desde entonces jefe de su filial estrella Atlantica Yield, atraviesa su peor momento. Seage, nombrado consejero delegado de Yield en 2016 con el apoyo de Abengoa,
está ahora buscando el respaldo del resto de accionistas ante el deterioro de su relación con la cúpula y ante la venta del 41% que Abengoa controla en Yield previsiblemente antes de verano.
Seage ha fichado a algunos directivos clave de Abengoa en los últimos meses, para preparar justamente esa nueva etapa independiente de su actual primer accionista, y ha provocado el enfado de Urquijo y del director general, Joaquín Fernández. El último de esos fichajes es el de
Luis Enrique Pizarro, jefe de auditoría interna de Abengoa y por ello una de las cinco personas clave en el proceso de reestructuración para evitar la quiebra. Pizarro se ha llevado además a parte de su equipo a la Yield.
Previamente, Seage fichó a
Javier Albarracín, director financiero de Abengoa Solar. Armando Zuluaga, exdirector de Solar y hoy adjunto al director general Fernández, mostró también su enfado por este fichaje como el propio Fernández de Piérola.