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Cádiz

Afirman que la crisis de la Iglesia es su infidelidad al Vaticano II

Trescientos teólogos, responsables de comunidades de base y catedráticos de universidad han hecho público un manifiesto en el que afirman que la causa principal de la crisis que vive la Iglesia católica es su infidelidad al Vaticano II y el miedo ante las reformas que el Concilio exigía a la Iglesia

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Trescientos teólogos, responsables de comunidades de base y catedráticos de universidad han hecho público un manifiesto en el que afirman que la causa principal de la crisis que vive la Iglesia católica es su infidelidad al Vaticano II y el miedo ante las reformas que el Concilio exigía a la Iglesia. 

Y señalan como responsables directos de que las reformas del Concilio hayan quedado en el olvido a los miembros de la curia romana que ya, durante el Concilio, fueron objeto de “durísimas críticas”. 

Los firmantes del manifiesto recuerdan que tras el Vaticano II, Pablo VI “intentó poner en marcha una reforma de esa curia, que ésta misma bloqueó”, y se lamentan de que “es muy fácil después convertir a un papa concreto en cabeza de turco de los fallos de la curia”. 

Por eso, añaden, “preferimos expresar desde aquí nuestra solidaridad con Benedicto XVI, a nivel personal y a pesar de las diferencias que puedan existir a niveles ideológicos”. 

“Porque sabemos –explican– que los papas no son más que pobres hombres como todos nosotros, que no deben ser divinizados. Y que si algún error grave se cometió en todos los pontificados anteriores fue precisamente el dejar bloqueada esa urgente reforma del entorno papal”. 

El comunicado, que comenzó a distribuirse vía correo electrónico en Semana Santa y que firman entre otros Juan Antonio Estrada, Imanol Zubero, Juan José Tamayo, Evaristo Villar, Benjamín Forcano, Matilde García-Aguiló, José Ignacio González Faus, Juan Masiá, Hilari Raquer y Antonio Duato, denuncia “la incapacidad de escuchar de la curia”. 

Y, también, “la doble actitud de mano tendida hacia posturas lindantes con la extrema derecha autoritaria (aunque sean infieles al evangelio e incluso ateas), y de golpes inmisericordes contra todas las posturas afines a la libertad evangélica”. 

Los teólogos dicen que son conscientes de que este escrito “es un procedimiento extraordinario, pero nos parece que también es extraordinaria la causa que lo motiva: la pérdida de credibilidad de la institución católica que, en buena parte, es justificada”. 

Esta pérdida de credibilidad, “que los medios de comunicación han convertido ya en oficial, está alcanzando cotas preocupantes”, afirman, y “este descrédito puede servir de excusa a muchos que no quieren creer, pero es también causa de dolor y desconcierto para muchos creyentes”. 

A estos creyentes, principalmente, se dirige el manifiesto en el que se afirma que una de las consecuencias del bloqueo de las reformas “es el injusto poder de la curia romana sobre el colegio episcopal, que deriva en una serie de nombramientos de obispos al margen de las iglesias locales, y que busca no los pastores que cada iglesia necesita sino peones fieles que defiendan los intereses del poder central y no los del pueblo de Dios”. 

Una consecuencia de ello “es la incapacidad para escuchar, que hace que la institución esté cometiendo ridículos mayores que los del caso Galileo (pues éste, aunque tenía razón en su intuición sobre el movimiento de los astros, no la tenía en sus argumentos; mientras que hoy la ciencia parece suministrar datos que la Curia prefiere desconocer: por ejemplo en problemas referentes al inicio y al fin de la vida)”.

Con lo que "la proclamada síntesis entre fe y razón se ve así puesta en entredicho".

Los firmantes recalcan que no van a romper con la institución "porque la Iglesia a la que amamos es mucho más que la curia romana: sabemos bien que apenas hay infiernos en esta tierra donde no destaque la presencia callada de misioneros, o de cristianos que dan al mundo el verdadero rostro de la Iglesia".

Y concluyen con esperanza: "Sabemos que podemos superar estos momentos duros sin perder la paciencia ni el buen humor ni el amor hacia todos, incluidos aquellos cuyo gobierno pastoral nos sentimos obligados a criticar".

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