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El Loco de la salina

¿Qué pasa con el fango?

El fango, por si no lo sabían, está en el origen de la vida, según el Génesis 2.7, primer libro de la Biblia

Publicado: 02/06/2024 ·
19:59
· Actualizado: 02/06/2024 · 19:59
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Los locos alucinamos en colores. En el Congreso no se para de hablar malamente del fango, como si el fango fuera algo malo y perverso. ¿Qué está pasando? Para empezar, ¿el personal sabe que del fango procedemos tanto los cuerdos como los locos? Quizás los delincuentes catalanes no, al ser de una pasta especial, pero los demás mortales sí.

Junto con el vocablo mierda, con el que algunas se llenan la boca, se está pringando el Congreso de fango malo. Deberían sus señorías enterarse de que el fango es algo parecido al colesterol. Hay fango bueno y fango malo. Ya sé que algunos políticos no se quieren enterar del tema, porque tienen las orejeras puestas en los votos y en arrastrarse para contentar a los delincuentes. Da toda la impresión de que luchan por no abandonar el butacón de ninguna de las maneras y que los problemas reales de la vida diaria les importa un pimiento. A partir de ahí, imagínese el interés que tienen por saber lo que pasa en este manicomio.

Empecemos por el fango bueno. El fango, por si no lo sabían, está en el origen de la vida, según el Génesis 2.7, primer libro de la Biblia, pues con él se hizo al primer hombre. Aquí no hubo igualdad, porque la mujer salió de una costilla del hombre, por lo que alguien tendrá que denunciar a Yavé por esa falta de consideración. Lo dejo ahí. También en el Evangelio (Juan 9.6) se cuenta: Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, que sin pasar por el quirófano empezó a ver. Dile ahora al ciego que el fango no sirve para nada.

Por si fuera poco, nadie nos va a explicar lo que supuso el fango en nuestra Isla de León. Se lo pueden preguntar a cualquier Napoleón de los muchos que hay aquí en el manicomio, y les dirán que gracias al fango nos salvamos de los franceses y de las bombas que tiraban los fanfarrones, que, cuando se metían en el fango, se acordaban de la madre que los parió y de las lavadoras, a pesar de que aún no existían. Cualquiera que venga aquí es lo primero que ve, el maravilloso fango, lo cual no es ninguna desgracia, aunque salta a la vista el nulo interés de nuestras autoridades por construir en La Isla una entrada a la ciudad digna de su impresionante historia. Con una banderita que tiene más flecos que los fichajes del Barça ya vamos despachados.

El fango tiene más propiedades que Botín. Sirve también para ponérselo uno en la cara, porque estira la piel que es un contento, y, aunque al principio los que te ven con la mascarilla de fango tienen un primer impuso de salir corriendo asustados, al final les impresiona el careto de dulce que se te queda. El fango ayuda a exfoliar, quita las impurezas y reduce el tamaño de los poros. Los minerales de que se compone aportan efectos cicatrizantes y antiinflamatorios. Con las betas de fango juegan los niños en nuestra Playa de Camposoto y se lo pasan bomba. Si a todo esto le añadimos que es totalmente gratis, ¿qué más queremos? Del fango malo hablaremos otro día, que me está doliendo el coco de pensar en el panorama que tenemos en el Congreso de los Disgustados. El ambiente que hay aquí en el manicomio es mucho mejor que el que se respira allí entre los diputados insultándose y los delincuentes saltando de alegría por saber que se van de rositas.

Prefiero estar loco y enfangado que cuerdo y limpio (de vergüenza).

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