?El concurso del Falla es para mí gloria bendita, me da la vida?

Publicado: 01/03/2011
el Carnaval de Cádiz tiene en María del Carmen Llovet Muñoz a una de sus mayores aficionadas. Por todos es conocida como María la Yerbabuena. Tiene tantas anécdotas para contar que se podrían llenar varios suplementos de EL GALLINERO. En esta entrevista se mostró tal como ella es: alegre, cercana, amable, amante de Cádiz y de su gran fiesta por excelencia, el Carnaval.

—María, ¿cuál es el primer recuerdo que tiene del Carnaval?
—La primera vez que me disfracé para una final del Falla. El disfraz que me puse era de marinerito y debió ser, si mal no recuerdo, a finales de los 70.

—Cuénte alguna anécdota curiosa que recuerde del teatro.
—Me acuerdo que, durante una actuación del cuarteto de el Peña y el Masa, Los hijos de la gran China, me empecé a reír a carcajadas, con una risa que se le contagió a ellos. No podían ni hablar de la risa. El Peña me decía: “María, cállate, no te rías tanto”. Otra anécdota, aunque no es del teatro, me pasó en la cabalgata del Humor, por la Alameda. Iba vestida de tenista y, de pronto, me cogieron el culo y me preguntaron que si era postizo y yo le dije: “no hijo, esto es de la carne del puchero que me ha dado mi madre”. (Risas)

—¿Cuál ha sido su manera de disfrutar el Carnaval a lo largo de tu vida?
—Siempre lo he vivido al completo, empezando por los ensayos, ostionada, erizada, el concurso, cabalgatas...Apuntaba a mis niños en la cabalgata y también los llevaba a los concursos de disfraces que había. En el Pemán ganaron premios por ser disfraces originales, los primeros premios solía ganarlos Pepi Mayo.

—Vamos a pedirle que se moje un poco, ¿Con qué autor antiguo y de ahora se queda?
—De los antiguos me quedo con Fletilla y Paco Campos. Yo soy muy chirigotera. De las mejores, para mí, fue la chirigota Chochitos y cotufas. Ahora en chirigotas me quedo con El Canijo, en comparsas con Bienvenido, en cuartetos con Morera y el coro que más me gusta es el coro de los niños.

—¿Una copla que siempre recuerdes?
—Me acuerdo de una chirigota de cuando era chiquilla, que era de Eduardo Delgado que decía: “Una joven solterona, quiso que le instalara su cuartito...y un muchacho...” (María la canta con mucho arte pero no termina de recordar la letra).

—¿Cómo vive actualmente el concurso y el Carnaval?
—El concurso lo vivo divinamente, gloria bendita. Esto a mí me da vida. La semana de Carnaval ya no la vivo como antes, no puedo estar de pie en carruseles de coros, ni estar en la cabalgata...pero voy a peñas y al concurso de la Viña, donde puedo estar sentada. Aunque este año quiero ir al pregón.

—¿Qué tal es el Carnaval ahora?
—No es lo mismo, antes eran menos días y menos grupos, no había tanta gente que venía de fuera. Recuerdo cuando la entrada a gallinero costaba tres pesetas. Allí me he hartado de bailar tanguillos con el Pepón y con el difunto Macarty. Yo fui la primera mujer en disfrazarme en el teatro y la primera en dar un grito, y ahora grita todo el mundo.

—María, ¿cuál ha sido su mejor disfraz?
—Un año que me vestí de Nerón, mi hijo de esclavo y mi hija de hippy. Con una colcha de la cama litera me hice la capa, con una sábana la túnica y le quité unas playeras a mi marido. A mi hijo lo mandé al parque para que me hiciera la corona con hojas. Nos fuimos a la calle, entonces eran las Fiestas Típicas Gaditanas. Era yo bastante joven, tendría unos 30 años. Recuerdo que Juman me sacó una foto y salí en el Diario.

—De todas las letras que le han dedicado las agrupaciones, ¿cuál te ha emocionado más?
—La del cuarteto de El Peña en el año 84, Una historia a la plancha. Ese año me operaron, ellos me hicieron un cuplé y fueron incluso al hospital a cantármelo allí. Fueron varias agrupaciones, también me cantó en el hospital el coro Casanova.

—Para terminar, un deseo para los que van a disfrutar por primera vez del Carnaval de Cádiz.
—Que el que sea de fuera y le guste, que siga viniendo más años.
También quiero decir que el Carnaval hay que vivirlo en el Falla, y que mientras siga viva seguiré diciendo “ole, ole mi Cai y lo digo a boca llena y el que no diga ole, que se le seque la yerbabuena”.

EL GALLINERO se queda con las ganas de más y espera que por mucho tiempo siga saliendo de su garganta ese “Ole, ole mi Cai...”

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