Pobrecitos, hechos a la idea de ganar más dinerito, no se han dado cuenta que ha empezado el cierre de oficinas inmobiliarias, porque los precios, no es que hayan tocado techo: lo han superado. Ya no es rentable comprar pisos para volverlos a vender, ni para alquiler. Se tardarían muchos años en amortizar lo pagado, pese a que los precios del alquiler han subido de las nubes al espacio vacío, mucho más allá de la exosfera.
Una “inocente criatura” afirma en su propaganda de venta: “buena rentabilidad de alquiler”, después de pedir 220.000 euros por un piso de tres dormitorios. Otro ha “valorado” su propiedad, de 65m. y dos dormitorios, en 107.000 euros. 177.000 pide otro “más listo aún” por un piso de tres dormitorios en el Cerro del Águila. Y los alquileres no bajan de 750 euros en barrios obreros. Eso supone las tres cuartas partes de un sueldo normal. En estas condiciones se cuelan las nuevas compañías aseguradoras y las inmobiliarias del “alquiler seguro”, inconscientes todos, que el mejor seguro y la mayor seguridad en el cobro del alquiler no está en añadir costes, sino en rebajar precios. Que todo el mundo necesita un techo y mucha gente hace números, se auto convence, se embarca, pero luego no le alcanza porque es imposible.
Ni el seguro ni el Juzgado son la solución, porque no hay voluntad de no pagar, sino imposibilidad absoluta de soportar esos precios, aunque lo han intentado. Por tanto es responsabilidad de la codicia de los arrendadores y del gobierno y la oposición. Los segundos por negarse a la regulación, los primeros por negarse a hacer viviendas “para no competir con la iniciativa privada”.