Depresión, ansiedad y cambio climático

Publicado: 05/10/2023
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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Este trío es de los más consultados en Google
Este trío es de los más consultados en Google. Te puedes pasar horas leyendo qué es la ansiedad sin haber conseguido que la tuya baje ni un poquito. Lo mismo ocurre con la depresión, el médico Internet no la cura. Tendrás que ir al médico de familia que empezará medicándote suavemente, luego con mayor intensidad y por último si no mejoras te dará un volante para Salud Mental donde podrás recalar en unos meses. Los que tienen medios y no están para hacer cola recurren a la privada. En los dos casos el proceso es lento, a las enfermedades mentales hay que echarles paciencia y eso es precisamente lo que no se tiene cuando se padecen.

Preocupa, preocupa mucho, lejos quedan las risas que se esgrimieron cuando Iñigo Errejón sacó el tema en el Parlamento. El Estado es ya consciente de que es un problema social, pero hace falta andar muchos pasos para que se trate adecuadamente a estos pacientes para que dejen de sufrir. Y lo hacen, sufren, una pierna lacerada sólo con verla podemos hacernos una idea del dolor de quien padece la herida, la depresión con su estela de amargura nos pasa por delante sin que nos demos cuenta.

El número de suicidas no para de aumentar cada año y lo crucial es que, según su relato, no querían acabar con su vida sino poner fin a su dolor.  Esto es lo que hace Virginia Woolf cuando se tira al río con los bolsillos llenos de piedras. Era bipolar y llevaba batallando contra su enfermedad desde joven, hoy le hubieran prescrito litio, en su época llegaron a sacarle tres dientes sanos. En su desesperación por hallar una cura topó con George Savage quien tenía la teoría de que las enfermedades mentales y otros problemas de salud los causaban infecciones en los dientes. Aquello sólo le procuró una prótesis dental. Siguió peregrinando hasta el final médico a médico.

Igual que Alejandra Pizarnik que después de tantos tratamientos precipitó su muerte a los treinta y seis años con una sobredosis de barbitúricos, en un pizarrón dejó escrito: “No quiero ir nada más que hasta el fondo”. Ella intentó todo lo que pudiera sacarla del dolor de la depresión que recoge su poesía, no supieron encontrar el remedio y perdimos a una joven poeta genial.

Ambas escritoras nos acercan a lo que sienten los suicidas, antes de este paso terrible hay un camino de piedrecitas del que tenemos que percatarnos, sólo si nos damos cuenta habrá esperanza. Es difícil sí, pero más crudo lo tiene el cambio climático y no queremos rendirnos. Toda la sociedad es parte en hacerse consciente de él y por supuesto de las enfermedades mentales, recordemosles que no están solos.

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