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Reflexiones desde el sofá

Síndrome Benjamin Button

¿Tan difícil es comprender que una guerra no conduce a otra cosa que no sea, más odio y más guerras?

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  • Foto de archivo de elecciones. -

Sintonizar cualquier noticiero en un transistor hoy, es tener que oír una continua relación de amenazas. El ser humano ha retrocedido en su proceso evolutivo en los últimos años, como si nuestra inteligencia padeciera el síndrome Benjamin Button. La forma de pensar y mejorar el mundo parece que sólo pueda pasar por la amenaza continúa de políticos con alguna tara mental, o bien complejo personal que acude a las armas que mejor controlan para engañarse y hacer como si se sintieran a gusto consigo mismo, cuando eso nunca será así hasta que no se quiten los lastres que forman sus complejos.         

¿Tan difícil es comprender que una guerra no conduce a otra cosa que no sea, más odio y más guerras? Parece ser que sí. Un mundo que conoció la caída del Muro de Berlín, o como la social comunista abrió su mundo a occidente con la Parestroika y ahora se vuelve a cobijar en los brazos del comunismo chino. Mientras que occidente sigue con el complejo del “bueno de la película”, donde parece que todo el mundo lo hace mal menos el mundo occidental, que evidentemente también es responsable de una tensión internacional lógica, pues a nadie le gusta que se venga a vivir el enemigo a las puertas de tu casa. 

Con este panorama internacional, nos enfrentamos a un ámbito local, donde también velan sus armas de cara a unas elecciones municipales, duras como nunca, donde como si de una Guerra Civil se tratara, hermanos se enfrentan a hermanos. Nombres siempre asociados a una ideología y partido aparecen en formaciones políticas a los que les declaraban la guerra cuatro años antes. Nuevamente volvemos a lo de siempre, ¿qué hacemos mal? ¿qué confianza le damos al votante? Los gobiernos, en cualquiera de sus niveles, municipal, autonómico, nacional, etc…, deben ser un ejemplo de cordura y de buen hacer. Cuando vemos un Partido Socialista que llega a acuerdos de Gobierno, con un partido del que renegaba, antes de gobernar, o con herederos de la más sanguinaria y cruel historia política de nuestra historia; mientras que desde la oposición se tiende la mano a los melancólicos de una infame Dictadura, no podemos pedir coherencia en ramas de la política de inferior nivel. 

La Democracia en su edad joven y adolescencia, nos enseñó a pensar, a no creer que quien se sube en un estrado a pedir un voto, tiene siempre la razón, pero en su edad madura, aquellos que manejan los hilos de la dirección en nuestra Democracia, parece que nos quieren capar la capacidad de raciocinio minando nuestra credibilidad en ellos. “Da igual a quien votes, todos van hacer lo mismo”, “aquí todos vienen a llenarse el bolsillo”, “son todos unos ladrones”; frases habituales en la calle, que ni definen ni hace justicia con personas que un día decidieron trabajar por su ciudad o su Estado, pero generadas por ellos mismos ante la indefinición ideológica de quien piden el voto. El político está sometido a continuas tentaciones de diversa índole, unos sucumbirán y otros no, pero nunca podremos olvidar que la última palabra para decidir quién gobierna nuestro pueblo o nuestro país, la tenemos nosotros. No podemos influir en unos paranoicos ávidos de sangre que destruyen familias enteras por tener el control del mundo, no sabemos para qué, pero lo quieren hacer, pero si podemos influir en quien mejore nuestras calles, traiga ilusión y empleo a nuestra gente, por eso es necesario que sigamos evolucionando, pensando y aprendiendo, para que en este proceso Benjamin Button, no quedemos como unos bebes, en manos de quien aporte más a su ego que a la sociedad.

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