El Real Madrid venció 4-0 al Getafe con tres goles de Cristiano Ronaldo, que, ayudado por el empuje de Sami Khedira en la segunda parte, impuso la lógica en un partido errático de los blancos en el primer acto y acertado en la reanudación.
El jugador portugués siempre tiene hambre y así lo demostró contra el Getafe. Apareció cuando su equipo más lo necesitaba, después de 45 primeros minutos insulsos en los que su rival, bien plantado en el campo, aguantó hasta que recibió el primer gol. Mucha culpa de la reacción protagonizada por el luso la tuvo Khedira, suplente desde el inicio y que saltó al campo para dar aire a sus compañeros.
Y es que la Liga se ha convertido en una competición que en ocasiones puede ser anodina para el Real Madrid. La distancia que le separa del Barcelona parece tan inmensa que cualquier partido de la competición no parece crear a estas alturas de la temporada un interés mayúsculo en todo lo que rodea al club.
Fue el mismo Mourinho quién dijo que la Liga estaba "imposible" cuando el cuadro blanco alcanzó aquellos 18 puntos de diferencia respecto a su gran rival. Tal vez sus palabras mostraron una realidad evidente, y, por eso, el técnico portugués está centrado en otras historias. Una de ellas es la Copa del Rey, y con el Barcelona en el horizonte para el primer partido de semifinales, dio descanso a algunos jugadores.
Reservó a Xabi Alonso y a Sami Khedira, que empezaron el encuentro en el banquillo. También Diego López, el fichaje de última hora para sustituir al lesionado Iker Casillas. Se puede abrir otro debate con Antonio Adán, pero, de momento, el puesto ante el Getafe fue para el habitual segundo guardameta en los últimos tiempos.
Con esos cambios saltó el Real Madrid al césped, ante un rival mermado por las bajas (seis, y muchas importantes) y por una historia engañosa en el Bernabéu. El Getafe ha conseguido crear el mito de que es un equipo complicado en el estadio merengue, pero la realidad es que en los ocho encuentros que había disputado hasta hoy, sólo había logrado arañar cuatro puntos y una sola victoria.
Pero el equipo de Luis García no se amedrentó. La historia y la estadística al final casi no vale para nada, y los jugadores menos habituales del equipo, nombres como Borja Fernández, Pablo Sarabia y Adrián Colunga, cumplieron con efectividad. Por lo menos en la primera parte, y sobre todo el último, un delantero casi olvidado por su entrenador, que últimamente está apareciendo en las alineaciones y que se convirtió en un auténtico incordio. Colunga protege el balón como nadie. Es pequeño, hábil y rápido.
Con el Getafe viviendo a la contra y bien cerrado atrás, el Real Madrid, un poco espeso elaborando juego, creó sus mejores ocasiones empleando el arma de su rival. Cuando Cristiano, Özil, Di María e Higuaín arrancan, son como una manada de búfalos imparables. Sin embargo, chocaron con Miguel Ángel Moyá, que paró todo lo que llegó a su portería antes del descanso.
Las ocasiones de Cristiano (una falta y un fuerte disparo dentro del área) y las de Di María y Modric, fueron contrarrestadas por las manoplas del guardameta azulón. Los fogonazos blancos no fueron efectivos y Mourinho movió banquillo en la reanudación sustituyendo a Albiol por Khedira.
El alemán es otro jugador. Ha cambiado en los últimos tiempos. Juega más adelantado y, en plenitud física, aporta fuerza y llegada a su equipo. Su mejoría la agradece el Real Madrid, que se aprovechó de su empuje para reaccionar al principio del segundo acto. Suyo fue el trallazo que sacó como pudo Moyá y que acabó en el córner con el que abrió el marcador Sergio Ramos.
EL gol del sevillano llegó precedido de una posible falta de Carvalho sobre Moyá que protestó airadamente todo el Getafe en bloque. Si no fue falta, fue un fallo del portero azulón, que estaba haciendo un partido perfecto. Fuera lo que fuera, el Madrid abrió la lata y el Getafe perdió un fuelle que jamás volvió a recuperar.
Lanzado hacia arriba a por el empate, abrió todas las puertas que tenía cerradas y el Real Madrid no perdonó. A base de contraataques mató al Getafe. Cristiano aguantó en el campo con un golpe en el tobillo y se encargó de hurgar en la herida abierta de sus rivales. Marcó tres goles, el último de penalti, y la lógica se impuso en el Bernabéu. El Barcelona espera. La Copa reactivará el interés.