No hagan elucubraciones, porque no me refiero con este título a la acción de pellizcar, ni a una forma de recortar a mano o con tijeras, tampoco una pequeña porción de algo o una especie de bombón típico de Argentina. Nada de eso es lo que me trae a escribir estas líneas.
Son sentimientos y emociones, referidos al arte en general pero en particular al cante o al toreo. Decía ese gran cantaor que era Manolo Caracol, que No hay cante payo ni gitano. Hay quien tiene “pellizco” y quien no lo tiene. Ustedes me van a permitir que a través de estas líneas aplique dicha expresión a toda actividad artística o de cualquier profesión.
Por ejemplo, la política, hay quienes al primer golpe de vista se les calan como los melones y el auditorio detecta sus falsedades y su falta de fuerza, de comunicación o de carisma. Esto hace, y no sin razones, que los electores no se fíen de ellos y como consecuencia no les voten.
Cualquier mirada al patio público y vemos que desgraciadamente hay pocas gentes con pellizco, capaces de seducirnos y convencernos, de hacernos caminar en la dirección que ellos quieran. Es lo que muchas veces bautizamos como capacidad de liderazgo. Son seres con garra, con fuerza, con atractivo y capacidad de seducir.
Son gente que tienen buena estrella y brillan con su sola presencia dentro o fuera del escenario, dialogando o en silencio, aquellos que nos recuerdan el pasado para hablarnos del futuro, los que nos crean ilusiones, en lugar de invadirnos de decepciones.
Además nos transmiten que cuentan con nosotros, pero no de pose y costureo, sino de verdad como auténticos protagonistas de los cambios que suceden en la sociedad, no nos consideran unos ilusos sino que nos respetan como ciudadanos de pleno derecho.
Pero ese pellizco, como decía en un principio puede ser extensible a cualquier otra actividad. No verán ustedes a las personas que lo tienen en una actitud distante, tensa, grosera y antipática o derramando a diestro y siniestro energía negativa.
Suelen ser seres alegres y amables, que con su postura distendida contagian confianza, además nunca pierden el sentido de la realidad, desde su sencillez y naturalidad son capaces de enseñarnos las cosas más difíciles y complicadas de la forma más sencilla y pedagógica.
Ven las cosas desde las perspectivas más favorables, de tal forma que cuando los escuchamos nos entusiasman y nos dan la sensación que podemos alcanzar los objetivos propuestos sin grandes problemas en el futuro más inmediato.
Tienen pellizco, porque no se encierran en las quejas ni en los lamentos, y siempre están preguntando y preguntándose que podría hacer, aportando propuestas y soluciones para resolver los problemas o mejorar la comunidad en la que vive.
Tal vez una de las características de aquellos que tienen pellizco y nos atraen, es porque establecen con los demás una relación empática que agarran y enganchan. Nos motivan a intervenir y actuar, y nunca nos dejan indiferentes.
Además el contacto con ellos es sincero y directo, sin artilugios ni manipulaciones, sin envolventes ni un lenguaje rebuscado que nadie entiende. Se les ve y percibe llenos de seguridad, sin temor al fracaso y sabiéndose humanos, hablándonos de tú a tú, pero sin nervios y con la serenidad de quien está dispuesto a dar y recibir, a ser nuestro referente con generosidad y sin pasarnos factura, con el coraje de colocarse en nuestro lugar.