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Curioso Empedernido

La manera de hacer las cosas

No podemos pretender que la ciudad funcione si los ciudadanos y ciudadanas no nos implicamos

Hay tanto presidentes y presidentas como los alrededor de 47 millones de habitantes que pueblan nuestro País, pero igual de aplicables a actores, médicos, escritores, fotógrafos , deportistas, cantantes, psicólogos , profesores, chefs , bailarines, veterinarios, músicos o diseñadores gráficos.

Hace unos días paseando con mi mujer por la ciudad en la que tengo la suerte de vivir, Algeciras, observaba cosas que me resultaban extrañas y que entiendo que al igual que a nosotros debe ocurrirles a quien tienen la responsabilidad de gobernar o hacer oposición. 

Pero no sufran, unos y otros, que hoy no voy a meterme con nadie. Eso sí permítanme ustedes, que les transmita mis celos porque nuestra ciudad esté limpia, las mejoras que nos anuncian que se hacen sean más reales que artificiales y que todos deberíamos luchar, estoy seguro que nuestro Alcalde,  y los ediles  del gobierno y la oposición  nos los agradecerían, por cambiar la manera de hacer las cosas.

Y en esto hemos de ser más que críticos, autocríticos. No podemos pretender que la ciudad funcione si los ciudadanos y ciudadanas no nos implicamos. Por cierto, he de quitarme el sombrero sobre la difícil tarea que en la época que nos ha tocado vivir, tienen los educadores y educadoras. Por muy persistentes que sean, observando la realidad diera la impresión, que tienen la batalla perdida.

Les voy a poner tres ejemplos, de cómo los que pagamos los impuestos y por tanto a nuestros políticos hacemos mal las cosas. Afortunadamente  la inmensa mayoría de  los ciudadanos y ciudadanas somos gentes que cumplimos con las normas de convivencia y mimamos nuestra ciudad, pero qué casos de incivismo los hay y resultan llamativos e incluso en ocasiones escandalosos.

El primero de ellos tiene que ver no con la revolución digital que quiere poner en marcha el Gobierno de España a  través de la Vicepresidencia que ostenta Nadia Calviño y que es situarnos en la órbita de los Países más desarrollados, sino de la abducción digital.

Hallábase una familia compuesta por una pareja  joven y dos niños adolescentes  paseando por nuestra céntrica calle Ancha, menos conocida por su nombre en el callejero el gran músico Regino Martínez, y era todo un fenómeno curioso observar como dispuestos con sus móviles, ni se hablaban e iban chocando con todo lo que encontraban en su camino, sillas de veladores, mobiliario urbano y otros peatones que a esa hora, las 11,30, llenan nuestra céntrica arteria urbana.

Este fenómeno de abducción digital puede generar muchos problemas, entre ellos, los de no disfrutar de nuestra ciudad, saludar a los amigos y conocidos y provocar algún que otro accidente, lo que no deja de ser un ejercicio peligroso y poco útil.

Vamos por el segundo de los ejemplos. Nuestras ordenanzas municipales obligan a los bares, cafeterías y restaurantes que tienen terrazas con sus mesas y sus sillas ocupando en usufructo la vía pública, a tener solo las autorizadas, pagar por ello y entre otras obligaciones mantener limpio el espacio que ocupan. Pues en la misma calle daba pena ver uno de esos establecimientos con todo el suelo de sus espacios exteriores repleto de servilletas, dando una lamentable imagen de nuestra ciudad.

Y en tercer lugar, sin salir del mismo entorno y a la altura del paso de peatones de la Avenida Blas Infante en su intersección con la Calle Ancha, un papa con su hijo de unos siete años de edad, cruzaba ufano con el semáforo en rojo la calle, ante la mirada atónita e indignada de quienes esperábamos pacientemente que cambiara del rojo al verde. Está claro que todos hacemos ciudad y debemos aplicarnos.
 

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