El Hermano Pedro Manuel Salado fue un hombre que
“aprendió las virtudes humanas desde pequeño, en el seno de una familia humilde, creyente y trabajadora”, asegura el Padre Manuel Jiménez HN, con quien compartió años de misiones.
Este buen hombre, ejemplo de amor al prójimo, nació en Chiclana en 1968, se bautizó en la parroquia San Juan Bautista, en la que creció en la Fe, y donde descansan sus restos mortales. Y allí comenzó a experimentar sus más profundas inquietudes religiosas. “Se apuntó al coro de La Salle, y comenzó a cantar en diferentes parroquias e instituciones de la Iglesia. Fue un santo en vida”, explica el párroco de San Juan Bautista, el Padre David Gutiérrez. Durante aquella época conoció la labor que realizaba la Familia Eclesial Hogar Nazaret, el albergue que servía de acogida para menores, y sintió la llamada de Dios, lo que llevó a marcharse a Córdoba para comenzar con el noviciado,
y posteriormente, consagrar de pleno su vida.
“Él decía que no tenía ninguna virtud destacable, sin embargo, sabía tocar muy bien la guitarra y contar historias magníficas, por eso los niños siempre lo rodeaban y guardan muy buen recuerdo de él”, apunta el Padre Manuel.
Una anécdota que cuentan desde el Hogar Nazaret es que “un día que llovía mucho en Córdoba fue a recoger a uno de los niños del albergue al colegio, llevaba solo un paraguas, y prefirió dejárselo a él y volver empapado a casa, antes de que el niño se mojara.
Así era él, un hombre servicial y humilde”.
“En 1998 tras una experiencia en misiones nuestra fundadora María del Prado Almagro lo destina allí a la misión en Ecuador, y allí estuvo sirviendo generosamente en el hogar”. En 2001 asumió la dirección del colegio de allí. “Él no quería, rehuía de todo lo que fueran cargos y responsabilidades de reconocimiento. Solo quería servir a sus niños, hacer algo sencillo, pero nuestra fundadora le pidió que hacía falta un director. Al final, demostró que dirigió el colegio como nadie, llegó incluso a ampliar las líneas de Bachillerato.
Se preocupó mucho porque se cuidase la Fe en el centro”, describe el Padre Manuel.
Además de la capilla que realizó en el colegio en Ecuador, el Hermano Pedro también dio su vida por los niños hace ya once años. “Fue en 2012, los hogares se fueron a la playa el 5 de febrero, antes a misa, él se quedó a cargo los niños y niñas, mientras las hermanas se fueron a preparar la comida. Cuando estaban en la orilla, tranquilamente, los niños jugaban y el Hermano Pedro se encontraba hablando con un surfista, vino una corriente de resaca, no es una ola normal, es una corriente que te arrastra hacia el interior del mar. Dentro del mar se encontraban siete niños de entre 8 a 11 años y él, sin pensárselo dos veces, se metió en el agua para salvarlos. Cuando solo quedaban dos niños dentro, los allí presentes, les dijeron que se saliera que no iba a conseguirlo, y él siguió, aunque ya le estaba entrando agua en los pulmones, consiguió salvarlos a todos, él falleció dentro del agua”, detalla el Padre Manuel, quien añade que “fue un acto heroico, aunque a los niños que salvó les supuso un auténtico trauma.
Ellos rezaban y gritaban a mi papi, no. Pero entregó su vida por los demás”.
Este domingo en la parroquia de San Juan Bautista, el Hogar Nazaret conmemora con una Eucaristía la labor del Hermano Pedro Manuel, quien se halla en proceso de beatificación por su labor durante toda su vida consagrada a los demás. El 12 de octubre de 2018 se abrió la causa de beatificación en la Diócesis de Córdoba.
“Fue un proceso muy bonito, la fase diocesana concluyó en marzo de 2021, y ya está abierta en Roma. El Hermano Pedro sería la primera persona en el mundo por la nueva vía de santidad de Ofrenda a la Vida, propuesta por el Papa Francisco”, concluye el Padre Manuel.