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Robinson Crusoe

Su protagonista es un referente en el que mirarnos el hombre actual y un ejemplo en el que proyectarnos

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En estos días de soledades, intimidad de gabinete y confinamiento domiciliario, estoy aprovechando para leer por un tubo… ¡qué remedio! Y mira por donde ha caído en mis manos y estoy releyendo la mítica novela “La Vida y las Extrañas y Sorprendentes Aventuras del Marinero Robinson Crusoe”, publicada por Daniel Defoe en 1719. Esta obra contiene a mi juicio muchas enseñanzas útiles y valiosas para el dramón que vivimos en nuestra sociedad consumista, como son: la lucha del individuo contra la soledad sorteando todas las dificultades; el desprecio del dinero como meta última para conseguir la felicidad; la salvación del individuo por el trabajo y la necesidad de ser útil y dar un sentido a tu vida. La obra es de rabiosa actualidad en los momentos actuales, pues como dice su autor, “su invencible paciencia la peor miseria, tu trabajo infatigable y la indómita resolución en las circunstancias más descorazonadoras que se puedan imaginar”, hacen de su protagonista un referente en el que mirarnos el hombre actual y un ejemplo en el que proyectarnos, para que la gente sepa que hay que estar tranquilos y que de todo se sale… más canutas que la pasó Robinson Crusoe no lo estamos pasando nosotros.

Pero no hay que olvidar que el libro se basa en un hecho real. En 1704 el navío Five Ports, al mando del Capitán Strading, llevaba como contramaestre a un tal Alejandro Selkirk. Con motivo de discusiones entre ellos, el capitán decidió abandonar al contramaestre en la isla de Juan Fernández en el océano Pacífico, hoy perteneciente a Chile, se llamaba Isla de Juan Fernández en honor al explorador español que la descubrió; más tarde se llamó “Más a Tierra” y actualmente se denomina “Robinson Crusoe”, homenaje de Chile al novelesco personaje. Selkirk no fue encontrado hasta 5 años más tarde por un barco mandado por el capitán Woodes Rogers, alertado este por los marineros que habían visto una hoguera en la isla que creían desierta. Rogers, en su diario de abordo escribe sobre Selkirk: “en los primeros momentos que pasó entre nosotros su alegría era inmensa, pero en la soledad había casi olvidado su lengua y nos costó mucho comprenderle; pronunciaba las palabras lentamente y con gran espacio de tiempo entre una y otra y sin conexión entre ellas. Al cabo de tres días empezó a recordar su vocabulario… declaró que le costó mucho trabajo durante los 8 primeros meses, combatir la melancolía que le acosaba que durante mucho tiempo no podía soportar el horro de su soledad”. El capitán Rogers lo enroló en su buque y Selkirk volvió a Inglaterra en 1711. Según parece Defoe oyó de sus propios labios el relato de su alucinante aventura y ello le proporcionó la base de su excepcional novela. El hecho de que en la obra no aparezca ninguna mujer y que se mencione a Dios de vez en cuando, hizo que esta obra fuese recomendada en los colegios religiosos que la daban a leer a sus alumnos, a pesar de que el encuentro de Robinson con el salvaje Viernes no sea precisamente una apología de la igualdad entre los hombres y de que la obra en general sea como la llamó Rousseau, “el más bello tratado de educación natural”.

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