José Vicente Barcia se afanaba la semana pasada en la mudanza. Emprende desde hoy una nueva etapa profesional con la vicepresidenta tercera del Congreso de los Diputados, Gloria Elizo, tras siete años como jefe de Gabinete del alcalde, José María González, Kichi. Rodeado de cajas en las que guardaba meticulosamente sus pertenencias, celebró con alivio que los recuerdos no ocupan espacio físico porque los que atesora de su estancia en la ciudad y su labor en San Juan de Dios son innumerables. Buenos y malos.
“Me llevo la alegría de haber formado parte de un proyecto para Cádiz por el que nadie daba un duro”, dice, con “equipos voluntariosos pero pocos experimentados y un alcalde con muchas potencialidades” pero ajeno al perverso juego político.
Precisamente esto último ensombrece su balance. “Es satisfactorio pero no es triunfalista porque no hemos conseguido cambiar todo lo que queríamos cambiar”, reconoce. Y se explica: “Cuando llegamos a la Alcaldía, encontramos bolsas importantes de población de niños con serios problemas para comer todos los días; el cambio que hemos propiciado ha sido revolucionario”, en ese sentido, pero solo “hemos hecho políticas de contención de la injusticia”. “No hemos frenado la gentrificación del centro”, agrega, y lamenta que el muro de una administración híper burocratizada ha sido insalvable para llevar a cabo cuanto proyectaban, como el bono social eléctrico, vetado por el PP. Quienes gobiernan en Cádiz “salimos del 15M, asumiendo el imperativo moral de no dejar en manos de chorizos el poder público”, sostiene. Pero la “clase política está vertebrada en una banda de ladrones”, como ha demostrado la estafa con el material sanitario en el Ayuntamiento de Madrid, que se resiste al cambio.
El avance de la ultraderecha agrava la situación. “Vox es odio, es fascismo”, advierte. Y “al odio y al fascismo no se le discute, se le destruye a través de los demócratas con la defensa de los derechos universales”, afirma. Al respecto, apunta a la responsabilidad del PP, que “no termina de rechazar su antepasado franquista y que es considerado una banda criminal por los tribunales (no hay que olvidad -puntualiza- que Teófila Martínez aparece con una anotación de 30.000 euros en los papeles de Bárcenas)”. “No hay derecha antifascista”, remarca. Además, el discurso de Vox prende entre las masas más desfavorecidas. “Si no espabilamos, no podremos pararles los pies”, subraya. Por ello, defiende un PSOE “mestizo”, y que “los referentes de la nueva izquierda gaditana, representada por David de la Cruz y Lola Cazalilla, tiendan puentes hacia la izquierda más clásica”. Al mismo tiempo, recomienda mantener la alianza entre Adelante Cádiz y Ganar Cádiz, porque “no se comprendería que fueran”, por separado, “con posiciones más enclaustradas”. Esa ha sido, en su opinión, la clave. Templanza y contención de las pulsiones autodestructivas, y, por otro lado, conexión con una sociedad gaditana que, como descubrió cuando se plantó en la ciudad “como si fuera un extraterrestre, tiene una carga identitaria muy potente y ha resistido al vendaval de la historia a partir de la solidaridad, buscándose la vida y con humor”.
“El vínculo entre el votante y el alcalde es afectivo, porque el alcalde comprende sus dolores, sus alegrías, y le da respaldo de manera leal”, agrega. “El pueblo gaditano es disolvente del dogmatismo”, sostiene. Y, con este principio, se ha conducido. “Mi relación con Juancho (Ortiz, portavoz del PP) ha sido extraordinaria; también con Domingo Villero y Lucrecia Valverde; cada vez mejor con Fran González y con Mara...”, se interrumpe para confesar que “a Mara no la entendían ni los suyos”. De todos se lleva buen recuerdo, como de Isidoro Cárdenas, Eduardo González Mazo o la gente con la que coincide el Habana. Aunque destaca a Kichi, “por echarse encima el peso de la ciudad, luchar por los derechos y los cuidados”, y Alba del Campo, que ha contagiado la importancia de luchar contra el cambio climático.