Cobijo

Publicado: 03/12/2020
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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Estas personas sin hogar no suelen organizarse porque no piensan que tengan derechos, que también los tienen
Hemos pasado varios días de lluvia. En el fin de semana empezará el frío. En estos tiempos, más que nunca, una agradece tener vivienda, no tener que vagar por las calles buscando cobijo. En Jerez, hay muchos que tienen que hacerlo. Somos ya una ciudad de más de doscientos mil habitantes y tenemos un albergue con cuarenta y siete plazas. A poco que una sepa de aritmética las cuentas no pueden salir. ¿Habrá alguien que las haya ajustado? Es una más de las grandes dudas cotidianas de ciudadana que tengo.

De verás me preocupa este tema, mucho más que los grandes socavones del pavimento que haces que pongas como una sopa a cualquiera si no tienes cuidado o que te pongan a ti. La lluvia deja pocos sitios donde resguardarse. Es hermosa desde una ventana, viendo pasar a la gente con sus paraguas y teniendo una los pies secos. También lo es para pasear bien equipada de botas e impermeable. En los otoños de mi infancia llegaba pronto, a primeros de octubre, ahora se retrasa se hace de rogar, igual que el frío, pero cuando viene lo hace húmedo y cala hasta los huesos.

Estos días desde el coche veía a las personas sin hogar ocupando sus sitios de siempre y era mucho más duro mirarlos.

Es una prioridad hacer un nuevo albergue en Jerez adecuando el número y las condiciones de las plazas a las necesidades reales. Desgraciadamente, los perfiles de las personas que lo necesitan van en aumento, por diferentes situaciones y de todas las edades. Por ejemplo, desde hace tiempo,también están en situación de calle muchos jóvenes extutelados, que el día que cumplieron dieciocho años se quedaron sin techo ni protección.Si a esto unimos las emergencias sociales, los transeúntes ylas personas con una situación cronificada de sinhogarismo, queda claro que esta ciudad debe dotarse de un albergue con mucha más capacidad, en paralelo a reforzar las políticas de inclusión social.

Estas personas sin hogar no suelen organizarse porque no piensan que tengan derechos, que también los tienen. Aunque se conformen con lo que hay, amontonándose en la “sala de frío” que tiene el albergue municipal cuando las temperaturas bajan mucho y no hay plazas para acogerlos en camas. Están hechos a buscarse la vida, igual que las columnas de los periódicos están ahí para reparar en lo que no está en portada.

 

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