No lo nombres

Publicado: 23/11/2022
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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El 25 de noviembre es el día contra la violencia de género, yo le dedico hoy mi artículo, basado en una historia real, convertido en microrrelato.
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No lo nombres

Papá se ha levantado, hace mucho calor, irá por un vaso de agua. No quiere hacer ruido, ha encajado la puerta. Sus pasos van convirtiéndose,según se alejan, en un eco. Me esfuerzo, pero no, no puedo oírlo. Cubro con la sábana mi masa informe.

¿Qué fue lo primero? Me pregunto con la cabeza vuelta hacia el suelo. De lo primero no echaba cuenta, eran los insultos. Luego vinieron los comentarios sobre mi cuerpo, a mí nunca me había importado ser gordita, no había aprendido a odiarme.

Lo tercero fue un guantazo, me cogió toda la cara, no tenía en casa bastante maquillaje, la sorpresa,no volvió a pasarme, siempre compré de más.

Cuando lo del brazo roto, mamá se puso hecha una fiera, pero yo le paré los pies: a él no lo nombres, no sabes cuánto me quiere.

No podía venir a verme sin que sus ojos azules acabaran rojos de llorar, intentaba convencerla de que no era para tanto. Hasta tuve que decirle que no volviera, que no se metiera en mi vida.

Un año después ya conocía el pánico, dejé de acudir a urgencias, no se creían los accidentes y las caídas, le ponían mala cara y no podía consentirlo.

Esther, la policía, fue la que me ayudó a dar el paso de dejarle. La conocí porque los vecinos habían tenido que llamar varias veces a las fuerzas de seguridad por los escándalos. No fue fácil convencerme de que aquello no era amor. Ella me devolvió a mis padres, me avergonzaba lo que había pasado, como si no fuera más importante ponerme a salvo.

La idea de meter una cama en el dormitorio de papá y mamá me hizo recuperar el sueño, volver a casa no había sido suficiente, necesitaba la seguridad que me da la presencia de mi padre, no conozco a un hombre más bueno que él.

Si sale de la habitación no puedo dormir hasta que regresa, como una niña pequeña, sin él no puedo dejar de imaginar a mi maltratador por todas partes, detrás de las cortinas, en el hueco del armario y la pared.

Oigo como vuelve, camina de puntillas, se sienta en la cama, coge un pañuelo para limpiarse el sudor y enciende el ventilador. Teme que el ruido me despierte, ojalá todo el temor del mundo fuera no despertar a una hija de treinta años que no puede dormir sola.

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