Posiblemente no encuentre otro caso parecido al menos en toda la provincia de Cádiz. Es complicado, no ya que se iguale, sino que se acerque a su realidad. Nos ponemos en situación. La Plaza de Toros de El Puerto, la gran conocida y que sirve de icono por igual como estandarte emblemático a su celebridad en un pasado triunfal y memorable, no deja de ofrecer una perpleja dicotomía.
Convertirse por derecho propio en el espacio cultural, el monumento, más visitado de todos cuanto hay en la provincia de Cádiz no le hace, visto lo visto, ser acreedor de tener su futuro garantizado. Es más, parece ser un problema más que un aprovechamiento cultural, turístico y taurino de primer nivel. El que se merece por sus prestaciones, por su historia y por su valor.
Ese papel protagonista lo ha cedido a otras poblaciones y a otros enclaves del entorno, tomando el relevo del otrora Puerto floreciente, activo e ilustre de décadas pasadas. Eso todo es un recuerdo. Enclavado en la frontera entre la zona sur y el centro, el coso taurino, al igual que el posicionamiento portuense, pierde desde hace tiempo preponderancia de forma flagrante y sin remisión. No tiene freno. Un caso único de autodestrucción.
La Plaza de Toros, a su oferta cada vez menos sugestiva, a 6 de julio hasta sus visitas al público a día de hoy son inexistentes. Técnicamente el coso está cerrado. El monumento que suma más visitas de todos cuanto la provincia posee, tiene sus puertas cerradas a cal y canto. Fiel reflejo de su situación actual por la que está atravesando. Lejos, demasiado, de esas intenciones de hacer de éste un epicentro y flujo de personas y de actividad los 365 días del año.
Otra vez las intenciones confrontan con la realidad. Por no tener no tiene ni responsable municipal como guardián de su gestión. Éste prefirió dimitir sin cerrar el acuerdo días atrás, dicen que “por motivos personales”, otros, que abandona el barco por estar sobrepasado ante la dilación de la situación. Voces oficialistas hablaban que la esperada firma entre empresa que se encargará de su gestión y el Ayuntamiento se realizaría esta semana.
Misma argumentación que se hizo en la anterior en la que una rúbrica, dicen, es lo único que los separa. Un razonamiento que resultaría complejo si se tratase únicamente de cuadrar agendas, dado el cariz e importancia ante el cierre de contrataciones, de anuncios y de publicaciones necesarias de cara a un verano que consume sus primeras semanas sin más noticias que no tenerlas. A pregunta de este medio ante el anuncio de que sería esta semana la oficialización del contrato, las explicaciones se basan en que “no hay novedades al respecto”, por lo que se sigue con el mutismo instaurado que deshaga la incertidumbre reinante.
La promesa de responder con hechos a una programación atractiva se diluye tanto en festivales como en la temporada taurina. La Asamblea Taurina, pasados días, se suma a la denuncia pública “pidiendo explicaciones como máxima autoridad de nuestra ciudad y responsable de la concejalía de Plaza de Toros (ya que El Sr. Ángel Quintana ha dimitido de su cargo como concejal de Plaza de Toros) al alcalde de El Puerto, David De la Encina, por la demora y perjuicio que crearía en nuestra ciudad toda esta situación”.
Minimalismo portuense
Al margen del recinto y del uso que a éste se le termine dando, su entorno, igualmente, ha visto dejar pasar la ocasión de poner en provecho una actividad que se alargue más allá del periodo estival y que se mantenga a lo largo de todo el año. Con una actividad comercial que daría un mejor uso a unos bodegones y un aprovechamiento complementario a nivel cultural llámese con exposiciones, flamenco, hostelería o cualquier otra ocupación generadora de riqueza, empleo o mejor imagen de la ciudad.
Pagar 1,5 millones por no construir
Cuando se levantan las voces críticas al retroceso pronunciado en materia de mantenimiento y la ausencia de inversiones que padece la ciudad, cabría recordar que a las exiguas que deciden apostar en ella, el freno de la burocracia (Urbanismo) o las decisiones políticas caen sobre éstas sin miramiento, en una línea de la que costará salir a flote por más frustración que padezca el ir perdiendo posición y oportunidades por el camino.
Ocasiones perdidas que se han ido diluyendo como la de poner en valor un espacio, el del entorno de la Plaza de Toros, dando realce a éste en modo urbano, comercial y turístico.
En definitiva, progreso. Con el parking y con la recuperación de la explanada para una posterior plaza, se otorgaba una imagen acorde al lugar y una apertura a un espacio abierto que reclamaba un mejor aprovechamiento. Sin coches y con una oportunidad única de apostar por un modelo de ciudad diferente, de prosperidad y de modernización. Todo lo contrario a lo expuesto.