Hacia la eutopía

Publicado: 14/05/2018
Autor

Belén Ríos Vizcaíno

Belén Ríos es trabajadora Social. Profesora de la Universidad de Huelva.

Eutopía

Activista Feminista. Compañera partícipe de la Defensa de los Derechos Humanos y Movimientos LGTBIQ

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De nuevo, las noticias, nos dejan una profunda sensación de frustración. Con tan sólo 16 años, un menor jurídicamente ha troncado la existencia de una mujer
De nuevo, las noticias, nos dejan una profunda sensación de frustración e impotencia. Con tan sólo 16 años, un menor jurídicamente ha troncado la existencia de una mujer y ahogado en el duelo a sus familiares, amistades y vecindario. ¿Cuáles son las consecuencias imborrables? Evidentemente, un dolor incalculable. Actuar con ensañamiento hasta sesgarle la vida a otra joven, que aspiraba a lo que el resto, buscar un bienestar digno para sí misma y sus seres queridos, es un acto brutal e irracional. En el telón de fondo, muestran que el agresor, era también víctima de un “monstruo”, al que se le otorgaba el papel de “padre”. Entre los puntos comunes de ambos, y de la mayoría de los casos de violencia extrema es la pertenencia al sexo, hombre, y una asunción de una falsa masculinidad, basada en ese patriarcado que se defiende con uñas y dientes. La resistencia de nosotras, se filtra en los discursos, las movilizaciones, los encuentros, la toma de sensibilización y concienciación en los ámbitos donde nos vamos involucrando…Da la impresión que el pasado 8 de marzo, ha sido el primer paso, que se da, para ser eco y aunar criterios en los diferentes medios audiovisuales, la prensa escrita y las redes virtuales. Es uno, muy importante, pero que forma parte de muchos esfuerzos. Ante los hechos que estamos vivenciando, parece que, inicialmente, actuamos como seres neonatos, con una combinación de inocencia y vulnerabilidad. La realidad que se nos presenta, está tan desprovista de igualdad y justicia, que nos bloquea y sobrecoge. Los aprendices de “demonio”, hacen cábalas, para engrosar las listas de las mujeres asesinadas, que desgraciadamente representan la “punta del iceberg” de este terrorismo machista.  De la dimensión o magnitud de las que han sobrevivido y aún lo hacen, a pesar de sufrir las diferentes tipologías de violencias (física, psicológica, sexual, económica, espiritual, simbólica…) difícilmente es cuantificable. Las Administraciones Públicas, las plataformas o movimientos feministas y las entidades sin ánimo de lucro, tenemos mucho que trabajar para seguir apostando por la prevención, detección y actuación ante esta lacra.  Sabemos que la Violencia Machista puede llegar a erradicarse, pero nos enfrenta a retos y desafíos, tanto a mujeres como hombres. No podemos ahorrarnos esfuerzos, porque cada vida que se arranca, se van sembrando otras semillas, que pueden retroalimentar la agresividad, los conflictos interpersonales, las secuelas afectivas, o la indiferencia y desconfianza de los dispositivos que giran en torno a la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial). Si en los sistemas, hay “pastores/as” que salvan y defienden a los lobos y son copartícipes de esa irracionalidad, todas las víctimas directas (¿acaso hay indirectas?) se verán desprotegidas y acorraladas. La perspectiva de género, no puede ser ni un eslogan ni una consigna temporal. Si creemos realmente, que nuestras capacidades humanas, pueden ser transformadoras, en positivo, para nuestro mundo personal, familiar y social, entonces tendremos motivos para seguir arriesgando nuestra tranquilidad, para quemar las naves de la apatía, y para no ser condescendientes con quienes van provocando tempestades de sufrimiento. La ciudadanía seguimos siendo la Respuesta (en mayúscula). 

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