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Notas de un lector

Otro amanecer de ensueños

Seis años después de la publicación de “Ars sacra”, Ilia Galán (1966) da a la luz “La cruz dorada”

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Seis años después de la publicación de “Ars sacra”, Ilia Galán (1966) da a la luz “La cruz dorada” (Ars Poética. Col. Carpe Diem. Oviedo, 2017)
En su anterior poemario, el autor burgalés daba cuenta de su intención de haber modelado una obra de corte místico en el que proclamabaun “canto feroz y bárbaro hacia Dios, en el que ya tantos dejaron de creer, de pensar, e imaginar, ¡cuántos más de amar!”.
Mas su discurso se atemperaba en distintas ocasiones, y se asomaba hasta un espacio donde la Naturaleza atrapaba al sujeto poético para susurrarle muy cerca del alma: “Señor, que mi ocaso/ sea como éste que se hunde en tu mar:/ nubes frondosas fundiéndose a un horizonte de agua/ y un fuego de colores en un azul que se apaga/ poco a poco,/ inmenso”.

     Ahora, Ilia Galán reconoce que este texto es “más cristiano y tal vez católico, universal, pero crudo a veces, y retorcido como los sarmientos ante el invierno frío o bajo el fuego que los consume, después de haber bebido su vino”.
Partidario de tratar a Dios como padre, “de tú a tú”, el poeta va volcando su espiritualidad al hilo de esta íntima plegaria, a la vez que intenta responder y responderse antes los interrogantes que asedian en lo más hondo: “¿Y el amor que nos guía y quema?/ ¿Y el vivo genio que arrebata/ a la duda de las masas y a la fe les entrega/ en lo más alto y más hermoso/ de nuestro eternos firmamentos?

En su prólogo,José Jiménez Lozano incide en cómo Ilia Galán “invoca tranquilamente el universo religioso, la santidad del ser y del sentido, y este universo acude y se instala también tranquilamente en su poesía”. Y, en verdad, la natural complicidad con la que el lector va asumiendo tal discurso supone una de sus máximas virtudes. Porque en estos textos, el yo lírico se desnuda en el propio esplendor de su ser. Además, desde la ontología que mana de su sostenida fe va respirando las oraciones que puedan acercarlo a su mayor humanidad: “La redonda iglesia paleocristiana/ está abierta y el altar/ blanco ya ofreció su sacrificio/ de pan carnal y vino divino/ en el Cristo pintado y esculpido,/ sobre la cima de lo eterno/ transmutados”.

     Dividido en tres apartados, “Mater”, “Buscando entre los templos” y “Abbá”, el poemario avanza en busca de la luz, de la inmortal belleza del corazón.
Los distintos lugares desde donde han ido brotado los poemas -Asís, Bizancio, Oxford, Malta, Budapest, Bamberg, Madrid, Galicia…-añaden universalidad al mensaje ulterior que postula Ilia Galán, quien esparce sus semillas de esperanza junto al azar y el aire de su cántico: “Que una paloma de tu paz/ haga su nido en mi corazón podrido/ así prenda en mi vuelo/ que me espera con tus amigos./ El sol, alegre, enciende,/ sin quemar, mi iluminado silencio/ y sin ver, miro en la oscura caverna/ de mi cuerpo/ otro amanecer de ensueños”.

     Un libro, en suma, transcendido e intenso, fecundo en su sabiduría y nítido en su intención: “Pinta mejor a Diosen tu corazón/ para amar a los hombres todos, desdibujándolos,/ perfilándolos con pinceles nuevos”.

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