Este fin de semana se reúnen en Washington una veintena de jefes de estado y de gobierno con su multitud de asesores con el objetivo de coordinar medidas para paliar la actual situación de crisis...
Este fin de semana se reúnen en Washington una veintena de jefes de estado y de gobierno con su multitud de asesores con el objetivo de coordinar medidas para paliar la actual situación de crisis que vive una gran parte del mundo desarrollado. No creo que debamos esperar mucho de esta reunión, más allá de medidas para controlar el sistema financiero. Los políticos, como los militares, siempre están luchando la última guerra. (Y los economistas, ¿qué?; también).
En fin. Algunos han denominado a esta reunión como Bretton Woods II, por la conferencia celebrada en esa ciudad de New Hampshire entre el 1 y el 22 de julio de 1944. Se reunieron los representantes de cuarenta y cuatro naciones aliadas, al objeto de definir una política monetaria y comercial para después de la guerra mundial, cuyo fin ya se veía como próximo tras la invasión de Europa. Marcó el origen de la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), que se conocen como instituciones de Bretton Woods. Pero hay varias diferencias fundamentales. Entonces fueron tres semanas de reuniones frente al fin de semana actual. Hubo dos años de preparación frente a las pocas semanas de ahora. Y, sobre todo, hubo una potencia claramente dominante que, en cierta medida, dictó las reglas; frente a un EEUU actual menos importante para el mundo, con peor situación económica y un lame duck como presidente. Esperemos, en cualquier caso, que lo hagan bien más allá de aparecer guapos en las fotos.
Y España, ¿qué? Poco a poco vamos empapándonos de la realidad. Ya hay consenso sobre que vamos a entrar en recesión, que el paro va a aumentar estrepitosamente y que esto va a durar; ¿cuánto?: mucho. Sobre lo que no hay acuerdo es sobre el diagnóstico. ¿Es una gripe y debemos descansar una semanita? ¿Una infección que requiere un buen chute de antibióticos? ¿O tenemos la pierna rota y hay que escayolarnos? Esta semana el vicepresidente económico del Gobierno, Pedro Solbes dijo en la radio una frase reveladora. Comenzó afirmando que el principal problema es el paro. Creo que todos podemos estar de acuerdo; es más importante reducir el paro que aumentar la renta per capita; al menos, la gente de izquierdas o cristiana debería estar de acuerdo.
Continuó diciendo que para arreglar el paro, las empresas deben funcionar. Creo que volveremos a estar de acuerdo todos. Habiendo multiplicado por tres o por cuatro el número de personas que trabajan para las administraciones públicas (nacionales, autonómicas y municipales) a nadie se le ocurrirá querer solucionar el paro con más funcionarios.
Y Solbes concluyó diciendo que para que las empresas funcionen debe funcionar el sistema financiero. ¡Hombre!, en eso discrepo. Parece de sentido común que para que una empresa funcione debe producir un producto o servicio que sea mejor o más barato que los de la competencia, ¿no? Si no, por mucho crédito que se le de, la empresa va a la ruina.
De ahí el título del artículo. No había crisis financiera alguna a principios de 2007 y Delphi cerró en Cádiz con el resultado que todos sabemos. Delphi cerró, como otras muchas empresas han cerrado y continuarán cerrando porque no son competitivas. Si lo fueran, la avaricia capitalista y la mano invisible de Adam Smith las habría mantenido abiertas.
Esta semana The Economist, en un especial sobre España, da unos datos reveladores que explican nuestra triste y peligrosa situación. Primero, durante el periodo de 1998 a 2006, la productividad total en España descendió un 0,2% anual; así no se puede competir a corto plazo. Segundo, el porcentaje de chicos que no acaban el bachillerato en nuestro país es el doble que la media de la Unión Europea (el doble); así no se puede competir a medio plazo. Y tercero, ninguna universidad española está entre las 150 mejores del mundo; y así no se puede competir a largo plazo.
En definitiva, los problemas financieros españoles son pecata minuta comparados con los problemas profundos, estructurales que tenemos. Lo que pasa es que dar soluciones para el sistema financiero es (relativamente) fácil. Pero solucionar los problemas estructurales de un país es cosa más seria, sobre todo con un sistema electoral que produce los políticos que tenemos.