Recordando el pasado
Más de 150 voluntarios de Pedroche participan en las representaciones de los oficios
La muestra de Nuestras Tradiciones volvió a sorprender en su segundo año de celebración, no sólo por la originalidad de su organización, sino por el éxito de público que tuvo esta cita que se ha convertido en un encuentro comarcal donde tienen cabida las tradiciones, el folclore, la gastronomía y lo mejor del carácter de la comarca. Una mezcla de ingredientes perfecta para atraer no sólo a los nostálgicos de la comarca, sino también a los turistas y a los jóvenes que con curiosidad se acercan a un mundo anterior del que han escuchando hablar por boca de sus abuelos y padres y ahora pueden comprender.
El cercado Cristo, frente a la ermita de la Virgen de Piedrasantas se convirtió en un hormiguero de gente que deambulaba de un lugar a otro para observar los distintos oficios y maneras de trabajar que antiguamente se veían en los campos y casas de Pedroche y, también en el resto de la comarca. Juan Nevado, presidente de la Asociación Pedroche a Caballo, organizadora junto con el Ayuntamiento de esta muestra, indicó que la idea surgió como un reto personal que lanzó a su tío, conocido por hacer los surcos más rectos con el arado, y de esa broma comenzaron a brotar nuevas ideas en las que tenían cabida el resto de oficios que se hacían en años pasados, hasta llegar a la muestra que pudo verse en Pedroche el 26 de abril.
Más de 150 voluntarios del pueblo de todas las edades fueron los verdaderos artífices de este evento, que comenzó con un desayuno molinero para tomar fuerzas antes de realizar las labores del campo. Las tareas que por primera vez se incluyeron en la exhibición fueron la elaboración del picón, la construcción de una pared de piedras, el ordeño de la cabra, el esquilo de ovejas con tijeras y sembrar a mantas, aunque no faltaron otras como el herraje de caballos, el transporte de leñas, cántaros y picón, labores reservadas a los hombres del campo. Juan y Manuel fueron los encargados de las labores agrarias, para ello dieron fe de la fama que tenían a la hora de hacer los surcos, aunque también tuvieron que hacer la faena completa, por ello alzaron la tierra, la rastrearon, sembraron a mano y araron en bisurco para tapar el grano de trigo. No faltaron tampoco en estas labores las bromas que se les hacían a los noveles para hacer más llevaderos los duros trabajos del campo.
Los hombres de Pedroche también mostraron cómo se recogían los haces, se transportaban hasta la era y allí se trillaban, precisamente ésta última tarea fue una de las más llamativas, ya que se hizo con 8 yeguas lo que convirtió el acto en un espectáculo equino, acompañado con las canciones típicas que entonces se cantaban. Incluso hubo momentos de diversión, cuando la mujer que cantaba sobre el trillo se resbaló y cayó a la era, algo que según algunos visitantes que en su día trillaron en las eras era frecuente que pasara, ya que cuando las mujeres llevaban el agua o la merienda a los hombres se las invitaba a subir para darles un paseo en el trillo.
Las tareas domésticas o más delicadas estuvieron reservadas a las mujeres de Pedroche, como María Manuela, que fue la encargada de la hace la colada. lavando las piezas de ropa en las pilas de granito con jabón de sosa y azulillo, para luego tenderlas entre encina y encina. María Manuela demostró cómo llevaba el agua a las pilas con la ayuda de las burras, un arduo trabajo que hacían las mujeres en el pasado. Para las mujeres también estuvo reservada la cocina, con el cocico con espinacas que se preparó al calor de la lumbre en la puerta del chozo que magistralmente hicieron los hermanos Arroyo, curtidos en estas tareas por sus largos años de pastores en el campo. Contaban algunos de los visitantes que ellos de pequeños vivieron en chozos como aquel que se mostró en Pedroche, pero que incluso los había con dos cuerpos para hacerlos más habitables y en ellos daban cabida a los catres para dormir, las cantareras para el agua y la comida, y en el centro la hoguera para calentarse en las noches frías. Muchos niños no daban crédito a lo que escuchaban de boca de sus abuelos, pensando más en las posibilidades de juego que el chozo podría darles más que cómo vivienda habitual.
Hubo un espacio reservado a las tareas caseras e incluso industriales como la elaboración de barquillos para helados, quesos, panaderías, bodegas de miel, mimbres, monturas de caballo y repostería, sin embargo, llamaba la atención aquellos stands donde las mujeres mostraban en vivo cómo cardaban la lana para luego hilarla, cómo fabricaban botones forrados, cómo hacían los encajes de bolillos que aún hoy se hacen en los hogares, el bordado de las mantas de piostros o la costura de las ruillas para portar los cántaros. En el bordado de las mantas encontramos a Calixta Castillo que contó con orgullo cómo había cosido ya 9 mantas de piostros para sus hijos y nietos como parte de la herencia cultural que ella quería dejarle, sin duda, una obra de arte para apreciarla en las fiestas locales. Acompañada estaba Calixta por María Valverde, quien estaba haciendo los madroños de las mantas, y es que cada una puede llevar un centenar de estos adornos que tanto trabajo necesitan.
La fiesta no llegaba a su fin y había que llenar el estómago, para ello se preparó a los visitantes un cocido con verduras muy típico en los campos vallesanos, además de los dulces caseros que pudieron degustarse en distintos bares de la localidad a través del recorrido turístico que hacía el tren neumático que recogía a los visitantes para darles un paseo por las calles de Pedroche, que ese día abrió las puertas de la torre de la Iglesia de San Salvador y el museo etnológico que se ubicó en la ermita de Santa María del Castillo.
El cercado Cristo, frente a la ermita de la Virgen de Piedrasantas se convirtió en un hormiguero de gente que deambulaba de un lugar a otro para observar los distintos oficios y maneras de trabajar que antiguamente se veían en los campos y casas de Pedroche y, también en el resto de la comarca. Juan Nevado, presidente de la Asociación Pedroche a Caballo, organizadora junto con el Ayuntamiento de esta muestra, indicó que la idea surgió como un reto personal que lanzó a su tío, conocido por hacer los surcos más rectos con el arado, y de esa broma comenzaron a brotar nuevas ideas en las que tenían cabida el resto de oficios que se hacían en años pasados, hasta llegar a la muestra que pudo verse en Pedroche el 26 de abril.
Más de 150 voluntarios del pueblo de todas las edades fueron los verdaderos artífices de este evento, que comenzó con un desayuno molinero para tomar fuerzas antes de realizar las labores del campo. Las tareas que por primera vez se incluyeron en la exhibición fueron la elaboración del picón, la construcción de una pared de piedras, el ordeño de la cabra, el esquilo de ovejas con tijeras y sembrar a mantas, aunque no faltaron otras como el herraje de caballos, el transporte de leñas, cántaros y picón, labores reservadas a los hombres del campo. Juan y Manuel fueron los encargados de las labores agrarias, para ello dieron fe de la fama que tenían a la hora de hacer los surcos, aunque también tuvieron que hacer la faena completa, por ello alzaron la tierra, la rastrearon, sembraron a mano y araron en bisurco para tapar el grano de trigo. No faltaron tampoco en estas labores las bromas que se les hacían a los noveles para hacer más llevaderos los duros trabajos del campo.
Los hombres de Pedroche también mostraron cómo se recogían los haces, se transportaban hasta la era y allí se trillaban, precisamente ésta última tarea fue una de las más llamativas, ya que se hizo con 8 yeguas lo que convirtió el acto en un espectáculo equino, acompañado con las canciones típicas que entonces se cantaban. Incluso hubo momentos de diversión, cuando la mujer que cantaba sobre el trillo se resbaló y cayó a la era, algo que según algunos visitantes que en su día trillaron en las eras era frecuente que pasara, ya que cuando las mujeres llevaban el agua o la merienda a los hombres se las invitaba a subir para darles un paseo en el trillo.
Las tareas domésticas o más delicadas estuvieron reservadas a las mujeres de Pedroche, como María Manuela, que fue la encargada de la hace la colada. lavando las piezas de ropa en las pilas de granito con jabón de sosa y azulillo, para luego tenderlas entre encina y encina. María Manuela demostró cómo llevaba el agua a las pilas con la ayuda de las burras, un arduo trabajo que hacían las mujeres en el pasado. Para las mujeres también estuvo reservada la cocina, con el cocico con espinacas que se preparó al calor de la lumbre en la puerta del chozo que magistralmente hicieron los hermanos Arroyo, curtidos en estas tareas por sus largos años de pastores en el campo. Contaban algunos de los visitantes que ellos de pequeños vivieron en chozos como aquel que se mostró en Pedroche, pero que incluso los había con dos cuerpos para hacerlos más habitables y en ellos daban cabida a los catres para dormir, las cantareras para el agua y la comida, y en el centro la hoguera para calentarse en las noches frías. Muchos niños no daban crédito a lo que escuchaban de boca de sus abuelos, pensando más en las posibilidades de juego que el chozo podría darles más que cómo vivienda habitual.
Hubo un espacio reservado a las tareas caseras e incluso industriales como la elaboración de barquillos para helados, quesos, panaderías, bodegas de miel, mimbres, monturas de caballo y repostería, sin embargo, llamaba la atención aquellos stands donde las mujeres mostraban en vivo cómo cardaban la lana para luego hilarla, cómo fabricaban botones forrados, cómo hacían los encajes de bolillos que aún hoy se hacen en los hogares, el bordado de las mantas de piostros o la costura de las ruillas para portar los cántaros. En el bordado de las mantas encontramos a Calixta Castillo que contó con orgullo cómo había cosido ya 9 mantas de piostros para sus hijos y nietos como parte de la herencia cultural que ella quería dejarle, sin duda, una obra de arte para apreciarla en las fiestas locales. Acompañada estaba Calixta por María Valverde, quien estaba haciendo los madroños de las mantas, y es que cada una puede llevar un centenar de estos adornos que tanto trabajo necesitan.
La fiesta no llegaba a su fin y había que llenar el estómago, para ello se preparó a los visitantes un cocido con verduras muy típico en los campos vallesanos, además de los dulces caseros que pudieron degustarse en distintos bares de la localidad a través del recorrido turístico que hacía el tren neumático que recogía a los visitantes para darles un paseo por las calles de Pedroche, que ese día abrió las puertas de la torre de la Iglesia de San Salvador y el museo etnológico que se ubicó en la ermita de Santa María del Castillo.
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